Mañana se conmemora el Día Internacional de la Mujer, por lo que es fecha propicia para reflexionar las prácticas que obstaculizan el desarrollo pleno de este sector poblacional.

Revelaron investigadoras de la UNAM en su artículo Participación de la mujer en la educación superior y la ciencia en México (2005), que para 1980 la población femenina en licenciatura era apenas el 30% de la total. Para el escaso tiempo transcurrido, la mujer ha avanzado marcadamente, pues la SEP (2017) revela que la matrícula femenina en la educación superior alcanza el 49.3%. No obstante, existe un gran desequilibrio, pues, aunque las mujeres se preparen y trabajen cada vez más, menos del 10% de los puestos directivos están ocupados por mujeres en nuestro país, según el documento de la OCDE: Estudios Económicos para México 2017.

Pese al poder de las cuotas y políticas públicas con perspectiva de género, para hacerlas efectivas se requiere del viraje ideológico en las mismas mujeres: que cada una esté convencida de que puede plantearse metas y que puede lograrlas, arrostrando todos los obstáculos inminentes, y renunciando a las distracciones vanas que las alejen de sus objetivos. Pues si no cambiamos de mentalidad, aunque existan cuotas y oportunidades, no nos atreveremos a tomarlas. Michelle Obama, en su libro Mi historia, que es un empuje de empoderamiento femenino, sostiene como una de sus principales tesis que “El éxito sólo es significativo y se puede disfrutar cuando se siente como propio”.

Por ello es tan útil contar con ejercicios de ejemplaridad, en los que mujeres exitosas en distintos ámbitos compartan su experiencia con numerosas mujeres más. La UNESCO, en su artículo El derecho a una educación de calidad para todos en América Latina y el Caribe (2007), revela que estos ejercicios de “tutoras” o “mentoras” son un primer paso para abordar el desequilibrio de género en el desarrollo de profesionales en todos los sectores.

En México, hace un año se anunció el arranque de un programa de mentoras llamado “NIÑASTEM PUEDEN”, anunciando que en el 2019 cumplirían con su labor de motivar a niñas a incursionar en áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas; pero, exceptuando su arranque, hasta ahora no hay evidencias suficientes de su operación. Tal medida requiere activarse, y replicarse en cada institución educativa con los recursos que posea: en ocasiones basta con que una madre de familia, o una mujer exitosa cercana comparta la experiencia con la comunidad escolar, para que todas las niñas y mujeres se motiven. No se requieren grandes recursos.

Donde se forja la educación diaria, sobre todo en el hogar y en la escuela, también hay acciones concretas a llevar a cabo para suprimir estereotipos tan enraizados. Una de ellas es cuidar las expresiones automáticas que encajonan a la mujer en meras labores domésticas y de cuidado. Por ejemplo, para atender asuntos académicos en la escuela suele decirse a los alumnos: “dile a tu mamá que debe presentarse”, o “digan a sus mamás que les ayuden”. En este tipo de expresiones también los hombres deben ser incluidos, para modificar el ideario de los pupilos.

Los cuentos de hadas, novelas, series, películas, e incluso algunos libros de texto, son otra materia concreta a cuestionarse. Primordialmente, a los más pequeños y jóvenes, se deben dirigir preguntas críticas, como ¿Qué piensas de este caso?, ¿La mujer siempre debe actuar de esta manera?, ¿Siempre debe quedarse en casa?, ¿La mujer debe esperar un príncipe, para ser feliz?

En el aula de clases, de cualquier nivel educativo, la fecha es oportuna para que los profesores empleen estudios de caso, estrategia constructivista que permite la ruptura de concepciones, y la sólida apropiación de nuevas visiones críticas. Uno útil se puede encontrar bajo el título de “La familia de Andrea”, en el sitio web de EduAlter (Organización de educación para la paz, el desarrollo y la interculturalidad): http://www.edualter.org/material/dona/ficha1.htm .

Quizá no todos estemos en la posibilidad de generar las políticas públicas necesarias para volver al mundo más equitativo a nivel sistema; pero sí podemos cambiar el mundo de una persona, transformando la manera en que piensa. Así, hagamos lo conducente para que las mentalidades estén más orientadas a la equidad y al derribe de fronteras personales. Para que la mujer conciba a la auténtica liberación femenina como el empoderamiento personal para luchar por sus propios objetivos. Ninguna persona vuelve a ser polvo cuando puede contemplar su canto, y cuando es capaz de apreciar su propio vuelo.

Poco más del 50% de la población mundial es femenina. No se puede entender el progreso si la mitad de la población se queda rezagada de él. Empoderar a las mujeres no es limitarnos a un género: es potenciar al ser humano, es potenciar a todo el mundo. El día se conmemora el 8 de marzo, pero la causa se persigue diariamente.

sofiglarios@hotmail.com

Maestra de primaria en la escuela pública “J. Jesús Ventura Valdovinos”, Villa de Álvarez, Colima. Licenciada en Educación Primaria por el Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima (ISENCO).

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