Existe una corriente, en el mundo del periodismo deportivo, que asegura que nadie tiene obligación de ganar, concepto que no se convierte más que en un lugar común de los que les encanta quedar bien sin comprometerse a algo.

Claro que sí hay obligación y estos dos equipos que jugarán la final, Cruz Azul y América , están con la obligación de no defraudar a sus aficionados y directivas. Para eso han invertido mucho dinero, para eso juegan los campeonatos.

La economía del Cruz Azul se ha disparado millones de dólares durante 21 años, para intentar ser campeón, lo que obliga moralmente —a quien ocupa hoy los puestos deportivos— a ganar el campeonato; claro, sin contar la vergüenza deportiva que debe tener todo profesional, porque quitando a los que llegaron en esta temporada, todos son parte de la historia del fracaso, junto con muchos otros más, de dos décadas y un año.

Claro que América también está obligado y, aunque es el máximo ganador de trofeos en la historia del futbol mexicano, además de que tampoco han pasado tantos años desde su último título de Liga, en 2014, tiene la obligación de levantar el trofeo.

Para el que pierda será un fracaso, porque son proyectos construidos para ganar. Que exista mayor presión para uno que para otro —léase Cruz Azul — no implica que veamos un doble partido de alta tensión y que quien se sienta superior antes de jugarlo, caerá en un grave error y perderá el campeonato. Un descuido de estos, que van más sobre lo mental, puede acabar con cualquier aspiración.

Miguel Herrera y Pedro Caixinha

son los verdaderos protagonistas de lo que pasará en la final; claro, con los futbolistas. Los directivos aquí salen sobrando, porque así como Agustín Marchesín hace su trabajo deteniendo balones en la portería, o Roberto Alvarado amagando y mandando centros estupendos, o bien Renato Ibarra avanzando con esa potencia física, o José de Jesús Corona, lanzándose para todos lados y evitando goles, el trabajo de los directivos fue armar un plantel competitivo y sano antes del campeonato, pero hoy deben ser simples espectadores, no protagonistas.

Es un privilegio volver a ver una final ente dos equipos de alta convocatoria nacional. Si el partido de vuelta entre América y Pumas generó 20.3 puntos de rating, podemos imaginar que la combinación de la gran final romperá niveles de audiencia en la historia del futbol mexicano, porque además se ejercerá el mejor ejercicio democrático que tiene la televisión: poderlo ver en Televisa o en TV Azteca , hecho que hace que —más allá de ganadores en la cancha— el público sea el verdadero triunfador.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses