El martes, el Inegi informó las cifras preliminares de la evolución del Producto Interno Bruto (PIB) en el primer trimestre del año. Con cifras ajustadas por estacionalidad, el PIB presentó una variación negativa de 0.2% trimestral (t/t), por debajo de las expectativas del mercado, que estimaban un avance de 0.3%. Cabe destacar que ésta es la mayor contracción del PIB desde el tercer trimestre de 2017, en que disminuyó 0.4% t/t.

A su interior, la actividad industrial —conformada principalmente por la construcción, la minería y la producción manufacturera— cayó 0.6%. Por su parte, los servicios descendieron 0.2% en su comparación trimestral, mientras que, en contraste, las actividades primarias registraron un significativo avance trimestral de 2.6%.

La contracción que presentó la actividad económica durante el primer trimestre del año no implica una recesión, ya que la economía mexicana había crecido 0.2% t/t durante el último trimestre de 2018. Cabe señalar que si bien hay analistas que definen una recesión como dos trimestres consecutivos con disminuciones del PIB real, la definición más reconocida es más compleja y abarca una serie de indicadores económicos que no sólo se reducen al PIB.

De acuerdo con los criterios del National Bureau of Economic Research (NBER), una recesión se define como una disminución significativa de la actividad económica que abarca a una diversidad de rubros de la economía, cuya duración es mayor a la de unos meses y que es visible en el PIB real, el ingreso real, el empleo, la producción industrial y las ventas mayoristas y minoristas. Por lo anterior, es importante analizar la evolución reciente de los indicadores anteriormente enumerados para poder diagnosticar el estado de la economía mexicana. Con relación al mercado laboral, destaca que durante el primer trimestre del año se registró una creación de sólo 269 mil empleos en el sector formal, lo que representó la cifra más baja en los últimos cinco años e implicó un crecimiento anual de 2.8% en dicho periodo.

Por su parte, la tasa de desocupación de marzo se ubicó en 3.6%, su nivel máximo registrado desde diciembre de 2016 (cifras ajustadas por estacionalidad). No obstante, este incremento es marginal y obedece a que un porcentaje mayor de trabajadores se ha ido incorporando al mercado laboral, lo que se ha reflejado en un incremento de la tasa de participación.

En lo referente a los ingresos reales, sobresale que la masa salarial de la economía formal mostró un incremento promedio anual de 5.8% en el primer trimestre del año, superior al avance de 4.9% observado durante 2018. La recuperación que ha presentado la masa salarial responde, por un lado, al incremento de las remuneraciones reales ante la trayectoria descendente que registró la inflación en los primeros tres meses del año y, por otro, a que en el mismo periodo se observaron incrementos nominales significativos en los salarios medios de cotización.

Respecto a la actividad industrial, la disminución de 0.6% trimestral reportada por el Inegi se explica en el margen por la fuerte desaceleración que presentó la demanda externa.

Evidencia de ello es la contracción mensual de 1.8% y de 2.4% que registraron las exportaciones manufactureras en febrero y marzo. Aunado a lo anterior, las importaciones de bienes intermedios no petroleros disminuyeron 1.2% m/m en febrero y 3.2% en marzo.

Lo anterior es importante ya que las importaciones no petroleras de bienes intermedios constituyen en su mayoría insumos del sector manufacturero, lo que sugiere que la desaceleración de la producción manufacturera se podría extender al segundo trimestre del año.

Por su parte, el consumo privado sigue manteniendo cierta fortaleza, evidenciada en el crecimiento promedio de 3.9% m/m que presentó el comercio minorista durante los primeros dos meses del año. Dicha fortaleza se explica principalmente por la recuperación de los salarios en términos reales, el reciente repunte de la confianza del consumidor, el incremento significativo que mantiene el ingreso por remesas y por el dinamismo del crédito otorgado al sector privado, mismo que se expandió 6.2% en términos reales durante los primeros tres meses del año.

No obstante, dicha recuperación se ha acotado al consumo de bienes no duraderos. En contraste, el de bienes duraderos mostró una fuerte desaceleración en el primer trimestre del año. Al respecto, destaca la caída anual de 1.7% que presentó la venta de vehículos ligeros en los primeros tres meses del año, según la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA).

Concluyendo, los resultados del PIB del primer trimestre del año no implican que la economía mexicana esté en recesión, si bien los indicadores aquí analizados son indicativos de una desaceleración de su ritmo de crecimiento. Ante este escenario habrá que observar con sumo cuidado los distintos indicadores de la actividad económica del segundo trimestre de 2019.

Director de Analítica en GrupoFinanciero Banorte. Las opiniones que se expresan son responsabilidad exclusiva del autor. Twitter: @alexcervantes

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