Por Óscar Colorado Nates*

Vivimos en la era de las redes sociales. En mi libro "Instagram: El Ojo del Mundo" equiparo al "like" de los medios sociales al acicalamiento de los primates, y es una afirmación que no hago a la ligera. La aceptación de estos famosos "likes" o la generación de suscriptores en YouTube o los famosos "followers" puede convertirse en una trampa.

Para comenzar, el tener muchos followers, suscriptores o generar muchos likes no es ningún índice de nada. Si acaso de estar entreteniendo a otros. Basta recordar aquella vez en la que alguien subió una foto a un grupo de crítica en Flickr donde los miembros del grupo destruyeron al autor y , sin saber que realmente era de Henri Cartier-Bresson, uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX.  Entonces Cartier-Bresson tal vez habría sido un fracaso en la era de las redes sociales.

Desgraciadamente no se puede hacer una reflexión más profunda en este espacio sobre el fenómeno del frenesí que tienen hoy muchos "influencers" por conseguir más suscriptores y "followers". Sin embargo, creo que vale la pena hacer un alto para reflexionar sobre tres jóvenes, Ryker Gamble, Alexey Lykah y Megan Scraper. En su canal tenían más de 500 mil suscriptores y eran seguidos por 1.1 millones de usuarios en . Sus vidas de ensueño les llevaban por increíbles aventuras. Hace un par de años se hicieron famosos porque hace un año y medio se hicieron unas fotos en el parque de Yellowstone que les costaron ser multados e incluso expulsados de estos parques durane cinco años por haber caminado en áreas restringidas, usado drones y realizado fotografías comerciales sin permiso. Si bien las "fechorías" solamente les costaron una multa de $2,000 dólares y 7 días de carcel (conmutados por haber pagado $3,500 dólares de multa y trabajo comunitario), la cosa se pone mucho peor.

Hace apenas unos días este tríada hacía fotos en las cascadas canadienses de Shannon cuando uno de ellos resbaló, se fue al agua y la tumultuosa corriente que le atrapó y arrastró. Sus dos compañeros saltaron al torrente para salvarle, pero corrieron la misma suerte. Los tres cayeron por la cascada de más de 30 metros de altura y murieron. Dieron la vida, literalmente, por crear contenidos que les hicieran más populares en las redes sociales.

No es el único caso y es, no cabe duda, extremo. Sin embargo, sirve para hacernos reflexionar respecto de las prioridades en la vida. Las redes sociales y su interacción no deberían estar en el tope. Al menos no en un lugar que implicara poner, voluntariamente, la vida en juego.

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*Óscar Colorado Nates, editor de es fundador de , crítico, analista y promotor de la fotografía. Doctorando por la Universidad Complutense de Madrid; catedrático de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (CDMX).

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