San Francisco.— La multinacional Alphabet, matriz de Google, abandonará en 2020 una estrategia de ingeniería fiscal que ha usado durante años para pagar menos impuestos de los que le corresponderían en Estados Unidos, a través de paraísos fiscales, según publicaron ayer medios locales.

La firma se comprometió ante las autoridades fiscales de Irlanda y Países Bajos a dejar de usar el plan “Doble irlandés, sándwich holandés”, utilizado por muchas multinacionales para posponer el pago de impuestos en Estados Unidos sobre beneficios internacionales y pagarlos en otros países con tasas impositivas muy inferiores.

El mecanismo consiste en trasladar el dinero proveniente de la facturación por negocio internacional (obtenida fuera de Estados Unidos) desde la subsidiaria de Alphabet en Irlanda a una dirección postal de Bermuda (considerada paraíso fiscal).

Esta dirección pertenece a otra empresa asociada, pero no propiedad de Alphabet, y el envío de fondos se hace a través de una sociedad instrumental con sede en Países Bajos.

De este modo, Alphabet y el resto de multinacionales que se sirven de este sistema perfectamente legal han pagado durante años una tasa impositiva sobre sus beneficios internacionales muy inferior a la que les hubiese aplicado Estados Unidos.

Según datos entregados por Alphabet a los reguladores irlandeses y neerlandeses, la compañía trasladó de esta forma 22 mil 700 millones de dólares a Bermuda en 2017 y 19 mil 200 millones en 2016, por los que no tuvo que pagar la onerosa tasa de 35% sobre beneficios empresariales de Estados Unidos (rebajada por el gobierno de Donald Trump a 21% a partir de 2018).

“Estamos simplificando nuestra estructura corporativa y fijaremos las licencias de nuestra propiedad intelectual en Estados Unidos, no en Bermuda”, confirmó Alphabet en un comunicado, lo que implica de facto terminar con la estrategia del “Doble irlandés,
sándwich holandés”.

A la medida de la empresa han contribuido dos factores esenciales: la decisión de Irlanda —bajo presión de la Unión Europea y de Estados Unidos— de modificar las provisiones legales que permitían esta estrategia de ingeniería fiscal y, por otro, el nuevo escenario fiscal estadounidense, más favorable a las grandes corporaciones tras la reforma de Trump.

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