Cuando en 1943 el capitan Jacques Cousteau y su después inseparable compañero el ingeniero Emile Gagnan inventaron el Aqua Lung (un dispositivo que permitía al ser humano respirar libremente bajo el agua sin la necesidad de un tubo que viniera de la superficie) cambiaron la forma en que conocíamos el océano.

Hasta entonces, era un mundo oscuro, misterioso pero sobre todo peligroso. Gracias a este invento y al gran amor de Cousteau por el mar hoy conocemos muchos de sus increíbles secretos y nos hemos maravillado con sus fantásticos paisajes subacuáticos.

Pongamos por ejemplo la Gran Barrera de Coral de Australia, patrimonio natural de la humanidad y la formación coralina más grande del mundo. Se extiende por 2600 kilómetros y ocupa un área de 350,000 kilómetros cuadrados, tan grande que es la única estructura viva que puede ser vista desde el espacio; se calcula que su formación inició hace unos 50 millones de años.

Un lugar impresionante como pocos no sólo por las maravillosas postales, la cantidad de vida que alberga (es el hogar de unos 400 tipos de coral, 1500 especies de peces, 240 especies de aves) sino también por el papel trascendental que juega para mantener el equilibrio de la vida en océano y, porque no decirlo, en el planeta.

Hace tres años en este mismo espacio comentaba con ustedes los planes del entonces nuevo gobierno australiano de abrir puertos industriales y otros proyectos de infraestructura, entre las que se encontraban plantas de gas licuado en una zona declarada como “zona marítima protegida”, planes que están por convertirse en un desastre ambiental con implicaciones globales.

Recientemente, amplias zonas de la Gran Barrera se han encontrado muertas. Cientos de millas de coral muerto sólo en el último años debido al aumento de las temperaturas oceánicas. Un nivel de destrucción que de acuerdo con los expertos no se esperaba ver sino hasta dentro de 30 años. Dos tercios de los corales del norte están ahora muertos. Miles de corales blanqueados ensombrecen ahora un panorama que usualmente se encontraba saturado de vida y de colores.

La Gran Barrera ha perdido la mitad de sus corales en los últimos 27 años, una gran parte de los australianos se oponen a que se pierda aún más. Aún con lo maravillosa que puede resultarnos a los “foráneos” la Gran Barrera de Coral para quienes viven y han vivido ahí los cambios ya se notan desde ahora. Con un simple vistazo se advierten los efectos de la contaminación, la desaparición de corales y sobre todo el blanqueamiento producto de la acidificación.

Y es que no sólo los australianos deben preocuparse por lo que pase con la Gran barrera de Coral, el “servicio ambiental” que presta esta enorme barrera para la salud de los océanos del mundo es inigualable y no puede ser sustituida. La salud de los corales son una muestra de la salud de los océanos y del grado de afectación del cambio climático.

No hay duda de que la responsabilidad primordial de esta crisis es del gobierno australiano cuya politica negacionista del cambio climático y en pro de la quema de combustibles fósiles ha vuelto a poner en grave riesgo a la Gran Barrera.

Hace 70 años que gracias a Cousteau pudimos conocer el tesoro que yace bajo el mar y por desidia, desinterés o ignorancia lo estamos perdiendo a pasos agigantados. Que no se nos olvide que el Golfo de México es la segunda barrera de coral más grande del Mundo superado solamente por la Gran Barrera de Coral. Que sea esta una “experiencia en cabeza ajena” que nos permita tomar conciencia de lo que estamos haciendo y de todo lo que estamos dejando de hacer para protegerla también.

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