La conmemoración de la matanza del 2 de octubre de 1968 es una excelente oportunidad para la reflexión.

Los funcionarios de hoy día no entienden aún que el mundo cambió y ya no volverá a ser como antes. Los conflictos sociales y políticos propios de cada uno de los países que conforman la comunidad internacional, hoy son de incumbencia global.

Si antes quienes ejercían el poder siempre quedaban impunes de los más graves  crímenes, como la matanza de Tlatelolco, -e incluso el asesinato de Luís Donaldo Colosio-, hoy ya no es posible, pues los temas de violencia y derechos humanos dejaron de ser domésticos para convertirse en globales.

Las miradas de la comunidad internacional están puestas sobre México, pues se asombran que el país que posee la economía número 14 del mundo, aún viva en la impunidad, la violencia, la injusticia y un amplio sector de población en la pobreza.

Más vale que hoy que aún existe la oportunidad, el presidente Peña Nieto suelte a su suerte a quienes dentro de la estructura del Estado Mexicano no se comportan con ética, e incluso algunos sean responsables de crímenes, como quienes hayan participado de la masacre de Iguala.

El día 12 de este mes, el general de brigada Arturo Vallarta Tafolla, jefe de Estado Mayor de la Novena Región Militar indicó que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), -que respalda a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su investigación sobre Ayotzinapa-, no podrá entrevistar a los militares porque eso no es parte del acuerdo que el gobierno mexicano estableció con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para porque se violarían los “derechos fundamentales de los militares”.

Esta negativa de apertura a la investigación se llama “impunidad” y si el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, el presidente Peña Nieto aprobó esta investigación, la negativa de una región militar no debiese proceder.

Según la “Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Sobre Seguridad (ENVIPE) 2015″, realizada por el INEGI, la confianza en Ejército y la Marina cayó por primera vez en el país, lo cual es un alarmante indicador, pues estas dos instituciones han representado los últimos bastiones de autoridad moral para garantizar la estabilidad social de México.

El descenso en la confianza ciudadana en estas instituciones es porcentualmente bajo aun, pero marca una tendencia que puede ser peligrosa si avanza.

El poder absoluto es finito y a ningún mandatario le conviene quedar comprometido por proteger a subalternos que puedan ser cuestionados. Por ello el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas debe tomar control y supeditarlas a la autoridad civil.

El caso Iguala tiene todo para quedar ante las próximas generaciones con el mismo significado del dos de octubre del 68, con la salvedad, de que ya no habrá impunidad para los responsables de la matanza, los que entorpecieron la investigación, -e incluso-, para quienes han actuado irresponsablemente protegiendo a quienes tengan alguna culpa.

El mundo cerrado del 68 y luego del 70, ya no es el mundo de hoy. La globalización es la gran diferencia, pues ha puesto a los gobiernos autónomos de los países bajo la mira de la comunidad internacional, donde las ONG´s se han convertido en la conciencia moral y ética de la humanidad y las redes sociales en el eje del poder de convocatoria ciudadano. Ese es el nuevo contexto y si no, pregunten al expresidente de Guatemala Otto Pérez Molina.

El parlamento Europeo, -que agrupa a todos los países de ese continente-, recibirá a los expertos del GIEI que están trabajando con la CIDH, para que presenten el reporte de sus investigaciones sobre la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, según declararon las eurodiputadas Satu Hassi y Ska Keller, quienes se encuentran en México pues forman parte del equipo de expertos.

El presidente Peña Nieto está ante las últimas oportunidades de quedar como héroe y no como responsable de un gobierno que no se ha decidido a acabar con las historias de terror e impunidad que aún se siguen viviendo en México.

Un golpe de timón de verdad puede representar la diferencia. La demagogia ya no resuelve, no convence y no es suficiente para doblegar a una ciudadanía que cada vez más se empodera detrás de las redes sociales.

Nadie mejor que él para convertirse en el fiscal que protege a la sociedad de quienes hoy la tienen sojuzgada.

El descenso de la aprobación ciudadana por la figura presidencial ha caído al 35% y esas son las señales de alerta de que las cosas ya no pueden seguir como hasta ahora y que el contexto ya es muy diferente al de sus predecesores, quienes en su momento podían imponer su voluntad

El presidente puede despertar empatía si se decide a dar un drástico golpe  de timón en la conducción del país. En él y nadie más que en él está la decisión.

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