El que termina no fue un año excepcional en muchos sentidos. La democracia nos mostró su lado más oscuro en premios y votaciones, mientras que la nueva plaza pública, el internet, se afirmó como el reino de los que gritan más alto y de manera más amenazante. La muerte, como cada año, nos dejó huérfanos a unos y a otros pero sobre todo le quitó a la Historia algunos de sus personajes esenciales mientras le agregó otros de cualidades cuestionables —diría que como todos, pero Donald Trump no es como todos—. ¿Cómo respondió el cine a 2016? Lo sabremos en 2017, cuando las películas inspiradas por este año lleguen a las pantallas. ¿Cómo fue el cine de 2016? Me gustaría responder primero de manera muy específica, en cuanto al caso mexicano: por un lado, aportó una de las grandes películas del año, que discutiré más adelante; por el otro — al menos para mí—, su apartado comercial presentó películas verdaderamente deleznables, pero para qué dedicarles caracteres si ya las he denunciado en otros espacios. Para empeorar las cosas, a algunas de las instituciones fundamentales de la industria, como el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) y la Gira de Documentales Ambulante se les anunciaron recortes de presupuesto simplemente asesinos. Sigan ganando más asistentes, más reconocimiento internacional —como la visita de una importante comitiva de la Berlinale al FICM para presentar su programa Spotlight—, que acá nos daremos un bono navideño con lo que nos ahorremos. Es difícil celebrar un año así. Pero sigamos con las películas.

La respuesta larga a cómo fue el cine de 2016 empieza ahora. No vi una abundancia de obras maestras, como en el inolvidable 2013, pero vi un grupo de cineastas interesados por la forma del cine, su lenguaje. En vez de preocuparse por los grandes temas, que todo el arte ha explorado ya hasta la despreciable saciedad —pero no nos preocupemos, otros seguirán tratando de seguirlos entendiendo—, muchos de los cineastas que lanzaron películas en 2016 dedicaron sus respectivas obras a romper convenciones. Historias ya vistas decenas de veces encontraron una voz inaudita en las exploraciones, las películas, que considero las mejores del año. La lucha contra la enfermedad y la imposición, la reconciliación familiar, el horror a lo desconocido, la maravilla del cuerpo, la supervivencia, fueron temas contados de maneras excepcionales en las siguientes películas. Empecemos a comentar, pues, qué fue lo más notable que encontré en las salas de cine en 2016 por orden alfabético.

Aquarius

Dirigida por el prometedor cineasta brasileño Kleber Mendonça Filho, Aquarius (2016) ofrece una de las actuaciones más destacables del año, la de la protagonista interpretada por Sonia Braga, pero también una de las imágenes más francas de la vida después del cáncer y la viudez. Además, la película, que cuenta la historia de una crítico musical retirada mientras pelea por mantener el departamento donde crió a su familia y comenzó a perderla, es una de las grandes rupturas con la convención. De Peter Parker a los bobos protagonistas de Originalmente pirata (Be Kind, Rewind, 2008), ya hemos visto a decenas de personajes pelear por sus casas o sus departamentos, pero la mirada de Kleber Mendonça Filho es elegante, técnicamente compleja y mucho más humana de lo que acostumbramos ver.

Buey neón

Otra película que viene a mostrar la fuerza imparable del cine brasileño, Buey neón (Boi neon, 2015), de Gabriel Mascaro, es la aparentemente sencilla historia de un grupo de criadores de bueyes. Su estilo es casi documental en cuanto a que aparentemente no tiene una idea central a expresar. La vida se desenvuelve frente a nosotros como lo hace afuera del cine: con el sentido que toma en cada momento. El tema, sin embargo, existe y está expresado en la forma misma de la película: la naturalidad del cuerpo. Desnudarse, hacer el amor o incluso masturbar a un semental para obtener caballos con pedigrí selecto son todos actos contemplados sin morbo o curiosidad. Su realidad es enteramente poética: se manifiestan ante nosotros sin nada más que expresar que a sí mismos.

Desde allá

Tuve que ver la venezolana Desde allá (2015), de Lorenzo Vigas, para darme cuenta de que se trata de una película merecedora —como lo fue— del León de Oro de la Muestra Internacional de Cine de Venecia. La primera impresión que deja es la de un remedo de La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo: un hombre mayor y un criminal joven comienzan una relación homosexual. Sin embargo, en una segunda oportunidad, uno descubre que la película habla sobre la figura del padre, su concepción, su traición y su muerte. El rompecabezas que crea Vigas es casi imperceptible hasta que se manifiesta al final, cuando entendemos toda la historia. Alfredo Castro y Luis Silva dan, además, dos de las mejores actuaciones del año.

El hijo de Saúl

Ganadora del Óscar como Mejor Película Extranjera, la húngara El hijo de Saúl (Saul fia, 2015), del debutante László Nemes, marca una ruptura esencial en el cine del holocausto. Lejos del sentimentalismo o la moralización, la cinta es un duro retrato de la dignidad humana queriendo resurgir de entre las llamas del mundo. Su fotografía, que se rehúsa la mayor parte del tiempo a mostrar lo que rodea la espalda de su personaje principal, es un triunfo que en vez de enfocar el horror, como se ha hecho ya tantas veces, busca rescatar la humanidad de un hombre mientras intenta darle un funeral decente a un niño que puede o no ser su hijo.

La bruja

Lejos del efectismo o lo que me gusta llamar horror de pastelazo, La bruja (The VVitch: A New-England Folktale, 2015), de Robert Eggers, es la manifestación de lo sobrenatural sin explicaciones a la Scooby-Doo ni repentinos estruendos que nos hagan brincar. Jamás está claro qué le está sucediendo y por qué a una familia de puritanos en la Nueva Inglaterra del siglo XVII. ¿Es la sexualidad de sus hijos adolescentes la que atrae al diablo? ¿Es la soberbia del padre o está el bosque encantado? Al final todo es irrelevante frente a la extraordinaria imaginería de Eggers, su puntual recreación del periodo —con todo e inglés de la época— y la poesía pura de esta presencia satánica y lo que provoca. ¿Es horror? Yo creo que sí pero ante todo es literatura fantástica.

La llegada

Dirigida por el maestro narrador quebequense Denis Villeneuve, La llegada (Arrival, 2016) es en sí una brillante película de ciencia ficción, pero la comparación con otra película de una visita extraterrestre, Día de la independencia: Contraataque (Independence Day: Resurgence, 2016), la afirma como un producto raro en Hollywood y extremadamente necesario. La película narra la llegada de una especie extraterrestre a la Tierra y los intentos de una lingüista que interpreta por Amy Adams por entender su lenguaje. Pronto la película comienza a hablar sobre la maternidad, la mente humana, la cooperación internacional, el viaje en el tiempo y el amor fati, el amor al destino. Su conclusión puede ser un poco perezosa pero el trayecto a ella es simplemente extraordinario.

Las mil y una noches

Seis horas de una excéntrica película que en ocasiones revela tratarse sobre sí misma puede parecer más de lo tolerable para muchos espectadores pero Las mil y una noches (As Mil e Uma Noites, 2015) es la obra maestra de Miguel Gomes, que sigue afirmándose como uno de los más grandes autores no sólo portugueses sino mundiales. Su cinta no es original por reinventar las historias de Scheherezada para comentar sobre la crisis económica en Europa, sino por la forma en que lo hace: de la ficción al documental, de lo poético a lo fársico, pareciera que esta cinta lo contiene todo. Es sin duda uno de los grandes juguetes cinematográficos de nuestro tiempo. Con algo de paciencia, el espectador sabrá cómo jugar con él.

Manchester by the Sea

La nueva película del dramaturgo y director Kenneth Lonnergan, Manchester by the Sea (2016), no es meramente la prueba de que Casey Affleck es un gran actor sino también una muestra del ingenio que habita en el cine independiente estadounidense. En otro caso fascinante de ruptura, la historia de un hombre arruinado que debe cuidar a su sobrino adolescente es más que lo que ya hemos visto en numerosas ocasiones. La fotografía, la banda sonora, las actuaciones y el asombrosamente cruel sentido del humor de Lonnergan nos dan una extraña película que no busca ni moralizar ni educar sino simplemente mirar. Y ocasionalmente burlarse.

Tempestad

La única película propiamente documental y mexicana en la lista, Tempestad (2016), de Tatiana Huezo, es uno de los más grandes testimonios del sufrimiento no sólo mexicano sino humano. No es una película universal en el sentido superficial porque no en todo el universo se vive bajo sitio pero sí se sufre en todos lados de la pérdida y de la confusión. Dos testimonios de mujeres afectadas por el tráfico de personas y la desaparición forzada en México son ilustradas por Huezo con imágenes de la vida bajo la sombra del crimen, en busca de la esperanza no para sobrevivir sino para siquiera tener la intención de hacerlo. Es una cinta dura pero necesaria e ineludible.

Toni Erdmann

A mi juicio, la germano-austriaca Toni Erdmann (2016), de la directora Maren Ade, es la mayor subversión del año. Una cinta aparentemente simple sobre un padre bromista que le enseña a reír a su hija la ejecutiva de negocios, podría parecer algo ya visto, pero Toni Erdmann hace de la incomodidad una estética. Todo está mal en la película —deliberadamente mal, claro—: el ritmo humorístico, la forma de entregar los gags, incluso la fotografía. Uno no se ríe por el ingenio de los chistes sino por la incomodidad de no saber qué hacer. Ade nos hace sentir igual que los personajes enfrentados al excéntrico Toni Erdmann, una caricatura que inventa Winfried para enseñarle una lección a su hija Ines. Toni Erdmann es una película que admiramos por su forma pero que termina conmoviendo con su inmensa humanidad. En un año como este, falta que nos hace.

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