“En nuestras comunidades, los hombres no nos dejan participar en los consejos sobre los temas que nos afectan. Muchas veces, ni siquiera nos dejan salir de casa solas,” cuenta Mercedes Santiz Ruiz, de 44 años, artesana, mujer tsotsil de la comunidad de Bayalemo, en los Altos de Chiapas y madre de cinco hijos, cargando a su hijo menor en su espalda.

La discriminación en contra de las mujeres es no sólo una violación de sus derechos humanos sino también la realidad que nos aleja del fin del hambre. La igualdad de género es absolutamente crítica para erradicar el hambre en México y en el mundo.

Tal como la mayoría de las mujeres rurales e indígenas mexicanas, Mercedes está diariamente a cargo de las tareas del hogar, de sus hijos menores, del huerto familiar y de la cocina, asegurando alimento para toda la familia. Mercedes acumula funciones como presidenta de la Cooperativa Textil J´Pas Joloviletik, en San Cristóbal de las Casas. “Tenía miedo que la gente no me hiciera caso, soy una mujer sin estudios. Y la gente habla cuando ven a una mujer saliendo sola de casa,” dijo Mercedes hablando de su temor en aceptar el cargo. Con el apoyo de su marido, además del ingreso adicional que lleva para casa a través del trabajo en la cooperativa, Mercedes fue elegida por mujeres de la cooperativa como su representante, un cargo que le da voz y voto.

Múltiples estadísticas y estudios demuestran que las tasas de desnutrición crónica (baja talla para la edad) son menores en los países donde hay mayor equidad de género. Cuando las mujeres tienen los mismos derechos y oportunidades, su nivel de escolaridad es más alto y logran tener mejor acceso a recursos como la tierra, empleo y recursos tecnológicos y financieros. Estas mujeres tienen mejor salud y tienen hijos saludables que tienen mayores probabilidades de ir a la escuela. Cuando las mujeres tienen ingresos dignos, invierten gran parte de sus ingresos en sus hijos y hogar, lo que significa que el bienestar de toda la familia aumenta. Cuándo las mujeres tienen la oportunidad de participar y tener voz en la toma de decisiones de sus hogares y comunidades, ellas se vuelven en importantes agentes de cambio contra el hambre y la pobreza.

Aunque son las mujeres que tienen la mayor responsabilidad de garantizar las necesidades básicas de la familia, más del 60 por ciento de la población mundial que sufre de hambre son mujeres. El problema persiste porque a las mujeres se les niega sistemáticamente los recursos, la libertad de acción y la voz en la toma de decisiones para cumplir con esa responsabilidad.

En el Día Internacional de la Mujer es fundamental recordar que entramos en la nueva era de desarrollo con la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los objetivos promueven “lograr la igualdad entre el hombre y la mujer y empoderar a todas las mujeres y niñas”. La brecha de género está comprometiendo los derechos fundamentales de más de la mitad del mundo conformado por mujeres y niñas e impidiendo la realización de su potencial, que es fundamental para resolver el problema mundial más persistente de nuestra existencia.

La solución reside en impulsar un cambio profundo a nivel local, a partir de las comunidades que luchan con el hambre y la pobreza y detonar el liderazgo de las mujeres y niñas. Y hay que empezar por las mujeres que viven en mayor exclusión social: mujeres que viven en zonas rurales e indígenas, que se ven más afectadas por la pobreza, el cambio climático y la falta de acceso a servicios básicos como el agua y el saneamiento.

En torno a las políticas públicas y los programas de desarrollo, hay mucho por hacer. Se deben diseñar programas con perspectiva de género con un enfoque en el empoderamiento de las mujeres, abriendo espacios de participación para que las mujeres puedan aportar con su experiencia rural y su liderazgo. Se debe impulsar un sistema de monitoreo y evaluación participativo de estos programas para documentar el impacto de las mujeres en el combate al hambre y seguir afinando el rumbo de estos programas.

En The Hunger Project México hemos impulsado en conjunto con mujeres indígenas y campesinas una serie de programas que fomentan el liderazgo, el empoderamiento económico y la participación política de las mujeres. El programa para el Liderazgo de las Mujeres de THP-México ha detonado el empoderamiento de centenas de mujeres como Mercedes en estados como Chiapas y Oaxaca. En estos procesos las mujeres se han convertido en agentes de cambio en sus comunidades. Muchas de estas mujeres han sido elegidas para participar en los consejos locales, otras están formando cooperativas y han empezado a participar en comités comunitarios para asegurar que sus voces sean escuchadas en los distintos niveles de gobierno.

En Zacatecas, un grupo de mujeres campesinas han estado impulsando una granja integral que sigue expandiéndose en el ámbito del programa de Empoderamiento Económico Comunitario Sustentable. Este programa permite que las mujeres aprendan sobre administración y logística,  e incrementen sus ingresos para invertir sus ganancias en su bienestar y en el de sus familias y comunidades.

Por otra parte, a través del programa de Incidencia en Políticas Públicas, socias de las comunidades rurales han participado como panelistas en espacios como el Foro Internacional para Fortalecer la Agricultura Rural, Campesina e Indígena en el Senado, el Encuentro Continental de Mujeres Indígenas de las Américas en Guatemala y la Conferencia de las Partes (COP21) en París. Estas intervenciones han permitido que las voces de las mujeres rurales hagan eco en las agendas de múltiples gobiernos.

Los estudios demuestran que el empoderamiento de las mujeres impacta a toda la sociedad: hombres, mujeres, niñas y niños. El empoderamiento permite que las mujeres reconozcan sus derechos, promueven familias más saludables, un mayor número de niñas y niños en la escuela, una mayor productividad agrícola y un incremento en los ingresos familiares. En resumen, las mujeres promueven la autosuficiencia de sus comunidades. Ahora es tiempo de que se vaya más allá del discurso y se ponga a las mujeres campesinas e indígenas al centro de los programas de desarrollo y en la mesa de toma de decisiones.


Vera Penêda, Coordinadora de Comunicación de THP-México
Foto: Socias de la Cooperativa Textil J´Pas Joloviletik durante una sesión de votación.

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