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Los senadores se fueron a las campañas y los integrantes de la Comisión de África no asistieron a la cancha de futbol soccer del antiguo Colegio Militar, donde en su ausencia ejercitaron el oficio de la diplomacia los embajadores de Libia, Sudáfrica, Angola, Argelia y Saharaui, sin aceptar que hubieran sido plantados.

Inmutables, los representantes extranjeros departieron entre ellos: se comunicaron a risa franca y sonora, en charla a solas bajo la sombra de imponentes árboles, plantados cuando allí se estudiaba para ser general, en cumplimiento de su agenda con los mexicanos, aunque éstos estuvieron ausentes.

El 25 de mayo de 1963 se fundó la Organización para la Unidad Africana, y eso lo celebran en el mundo; en la Ciudad de México han instituido la Semana de África, con actividades políticas y culturales, y por tercer año consecutivo incluyeron un partido de balompié África-México.

El programa reportó que la Comisión de Relaciones Exteriores África del Senado “organiza” dicho encuentro futbolístico, al que los periodistas llegaron con cámaras en busca de lo insólito, para dar testimonio del poderío deportivo de los senadores de la República y de su habilidad para poner el balón en la red.

Un anuncio había llamado a la prensa a ver el partido “con motivo del cierre de la Semana de África en México, entre senadores y embajadores africanos, al que convoca la presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores África, Margarita Flores Sánchez”. Fantasía pura.

En la comisión fungen como presidenta, la priísta Margarita Flores, y como integrante, la panista Gabriela Cuevas, quienes no llegaron. Se comentó que estuvieron, saludaron y se fueron con la velocidad del rayo, Ana Gabriela Guevara y Carlos Manuel Merino, ambos del PT.

Es usual que en la sede de la Cámara Alta los eventos de diplomacia parlamentaria se lleven a cabo con la presencia “a ratitos” de algún senador, que se retiren y dejen a medio hablar a sus invitados o que de plano falten. A veces sólo envían disculpas. Así son; es el margen metaconstitucional del fuero legislativo.

Bajo el sol de mediodía, en la cancha del antiguo Colegio Militar, los periodistas echaban de menos a los senadores, y los embajadores africanos celebraban que el partido comenzaba (el marcador fue diplomático, 2-2) entre el combinado de México —integrado por un par de compas del Senado, deportistas de la Secretaría de Relaciones Exteriores y unos militares que completaban la oncena— y un conjunto de África formado por deportistas altos, ágiles, reclutados en las embajadas y entre residentes de la Ciudad de México.

El embajador de Argelia, Rabah Hadid, reacciona a la pregunta de si habían sido plantados. “No. El evento no se agotó, se hizo”, y deja varios elogios a Margarita Flores. Aclara que ellos no hubieran jugado, pues aunque el partido fue amistoso, se trata de competir, “querer ganar, en una cancha como ésta, con el reglamento de la FIFA”.

El capitán segundo, Pedro Pablo Ortiz, árbitro del partido, concluyó la contienda, mezcla de esfuerzo deportivo y habilidades diplomáticas. fue un cotejo con mínimos incidentes, aburrido. Y en contraste el ánimo festivo de los africanos, quienes celebran su unidad continental, que para los senadores mexicanos fue lo de menor importancia. Las campañas están primero.

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