Álvaro (32 años) y Jorge (40) llevaban unos cinco años casados cuando decidieron ser padres. “Primero miramos la adopción nacional, pero las listas españolas estaban cerradas”, explica Álvaro, residente en Alcorcón (Madrid): “Así que vimos un reportaje en televisión sobre la gestación subrogada y pensamos que podíamos pagarla”. Él contable, y Jorge trabajador de telecomunicaciones, movilizaron todos sus ahorros y pidieron ayuda a sus familias para irse a Chicago con una agencia. Allí dejaron esperma congelado y, paso a paso, a lo largo de varios meses fueron encontrando una donante de óvulos anónima y después a Jodie, la gestante. “A Jodie la conocimos en persona en la semana 20, cuando fuimos allí a ver la ecografía. Antes habíamos hablado por Skype, porque ambas partes tienen derecho a elegir con quién colaboran y el proceso lleva algo de tiempo, pero encontrarnos con ella y con su marido fue maravilloso. Jodie había decidido ser gestante porque una hermana suya había tenido problemas de fertilidad; ella le ofreció su útero y, aunque finalmente no fue necesario, tanto Jodie como su marido estaban muy sensibilizados con el tema y se lanzaron a ayudar a alguien más que no pudiera tener hijos”. En esa misma visita supieron que iban a tener una niña. Cuando Vega nació en febrero de 2015, Álvaro y Jorge estaban allí con sus familias esperándola emocionados. En tres semanas arreglaron todos los trámites y regresaron a Madrid sin mayores complicaciones. “Todo quedó perfectamente consignado: firmábamos nosotros, Jodie, su marido, el médico, el hospital... Media ciudad”. El proceso les costó 120 mil dólares. “Nos hemos endeudado para muchos años, pero no hubo contratiempos que dispararan el precio”. Su hija tiene ahora año y medio.

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