Washington

Fue hacia fines de los años 50 cuando el segundo secretario general de Naciones Unidas (ONU), el sueco Dag Hammarskjöld, formuló poco antes de morir la frase que con el tiempo se convertiría en una suerte de profecía para un organismo que nació entre las ascuas de la Segunda Guerra Mundial en 1945. “La ONU —aseguró— ha sido creada no para llevar a la humanidad al cielo, sino para salvarla del infierno”.

Desde entonces, esta frase ha servido como recordatorio y referente para valorar los éxitos y fracasos de una organización que nació con una membresía de 55 Estados y que hoy, al cumplir 70 años y con 193 países en su seno, vive una profunda crisis de credibilidad y bajo una constante lucha contra el inmovilismo. Pero, al mismo tiempo, convertida en el único referente para sofocar los conflictos que siguen incendiando el planeta o socorrer a los millones de refugiados que hoy ponen en jaque a naciones enteras.

A 70 años de su fundación, los grandes fracasos de la ONU para sofocar la guerra y el genocidio en Siria; o la limpieza étnica en Ruanda o en Srebrenica; o el conflicto en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, hablan de la incapacidad de algunos de sus Estados miembros para resolver disputas que, con el tiempo, se han convertido en permanentes focos de inestabilidad o en guerras de baja intensidad.

Aunado a ello, las críticas contra una estructura burocrática monstruosa que ha devorado medio billón de dólares a lo largo de su existencia, ponen en tela de juicio a una organización que hoy atacan unos, pero que defienden otros, convencidos de que, con todos sus defectos y carencias, la ONU sigue siendo el ente internacional con mayor capacidad de mediación entre sus Estados miembros.

En un intento por ir contra la corriente de fracasos, Estados Unidos intentará aprovechar el marco de la actual Asamblea General para buscar un terreno en común con Rusia ante la crítica situación en Siria. “El presidente Barack Obama discutirá con el presidente Vladimir Putin los planes de su intervención en Siria y, si acaso, esta intervención tiene como fin contrarrestar la amenaza del Estado Islámico (EI)”, dijo un funcionario de la Casa Blanca en alusión al encuentro entre Obama y Putin previsto para este lunes en la ONU. Las intenciones de la Casa Blanca son vistas con cautela por algunos expertos. “El debate sobre Siria podría envenenar el ambiente, ya que Putin intentará mantenerse firme en su defensa del régimen” sirio de Bashar al-Assad, advirtió Richard Gowan, de la Universidad de Columbia.

En este sentido, obstáculos estructurales han impedido a la ONU hallar, por ejemplo, salida a la guerra en Siria, que ha expulsado a más de 4 millones de personas. Las acciones de Rusia y China, que han bloqueado cualquier acción del Consejo de Seguridad desde el inicio del conflicto en 2011, ejemplifican el fracaso de la ONU por la inoperancia de su estructura institucional. Y esa misma inoperancia ha estado detrás de otros fracasos, como “en Ruanda (1994), donde fueron exterminados entre medio millón y un millón de tutsis; o en los Balcanes, durante el trágico incidente de Srebrenica de 1995, cuando murieron 8 mil musulmanes”, aseguró Miguel Berger, ex embajador de Alemania ante la ONU.

Desde su creación, en 1945, el Consejo de Seguridad Nacional ha estado conformado por China, Estados Unidos, Rusia, Francia e Inglaterra. Hoy, sin embargo, son muchas las voces —incluyendo la de la canciller alemana, Angela Merkel— que consideran que el selecto club de los cinco países ha dejado de reflejar el actual equilibrio del poder mundial. Desde que en 2004 se creó el G-4 (Alemania, Brasil, India, y Japón) un grupo que tenía como objetivo reformar la estructura del Consejo de Seguridad de la ONU, las negociaciones han sido infructuosas.

“El 70 aniversario de la ONU ofrece una gran oportunidad para debatir la reforma del Consejo de Seguridad. El problema es que para ello es necesaria una enmienda de la Carta de la ONU y cualquier ampliación o eliminación tendría que superar el poder de veto de quienes no quieren ser removidos”, dijo la analista Michelle McKenna, del Centro Humanista para la Seguridad.

Otro eterno problema de la ONU es el del financiamiento. “A diferencia de organizaciones como el FMI, donde el poder de tu voto depende de tu aportación, en la ONU el sistema de votación es de un país, un voto, independientemente del dinero que desembolses”, consideró Berger. “Hoy, los que pagan 80% de los fondos de la ONU son la Unión Europea, EU y Japón. Sin embargo, países que hoy son economías pujantes y están creciendo a buen ritmo no aportan lo que les correspondería”, añadió el diplomático en alusión a casos como el de China o India.

Recientemente, este problema de financiamiento ha repercutido en el manejo de la crisis humanitaria en Siria y en el éxodo que ha empujado a más de 4 millones de refugiados más allá de países como Turquía, Jordania y Líbano, que se han quedado sin fondos humanitarios.

A pesar de que son muchas las voces que han lanzado críticas aceradas contra la ONU por su incapacidad para favorecer los procesos de reformas estructurales, son muchos también los que insisten en la necesidad de defender los logros de la “familia ampliada” de la ONU; esto es, sus agencias especializadas, sus fundaciones y organizaciones como la UNESCO, la ACNUR o la UNICEF a favor de la educación, los refugiados y la infancia, respectivamente.

“El multilateralismo (que encarnan estas agencias) se ha convertido en un paradigma global desde el convencimiento de que desafíos como la seguridad, el control de enfermedades, la contaminación, la educación o los derechos humanos son temas tan complejos que difícilmente pueden ser gestionados por una nación”, aseguró el académico Lindsay Powell.

Para diplomáticos y especialistas, otra gran contribución de la ONU son sus cuerpos de seguridad. “Yo creo que, sin duda alguna, la labor de los cuerpos de paz de la ONU son uno de los aspectos que hablan de la importancia de esta organización a pesar de los muchos problemas estructurales que la aquejan”, consideró Berger.

“Ahí la ONU juega un papel absolutamente indispensable porque se trata de conflictos que tienen su origen, principalmente, en África, donde nadie estaría dispuesto a enviar tropas y a financiar su despliegue. Porque, para las grandes potencias, estos son los conflictos olvidados a los que la ONU no puede dar la espalda”, añadió.

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