La normalización de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ayudará a acelerar las reformas económicas en la isla y las hará irreversibles y también resquebrajará la mentalidad de plaza sitiada y la retórica de confrontación del régimen comunista, dijo el doctor Rafael Rojas, profesor e investigador de la División de Historia del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en entrevista con EL UNIVERSAL.

Las reformas en curso en Cuba, aseguró, están desestabilizando las bases del Estado socialista, por ejemplo, en el tema de la propiedad, y están generando una “nueva estratificación social. Ahora hay una minoría rica que se hace cada vez más visible”.

ENTREVISTA

Rojas, historiador cubano radicado en México, es autor de diversos libros sobre la historia intelectual y política de América Latina, entre ellos. Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano,  ganador del Premio Anagrama de Ensayo 2006. Su  nuevo libro  Historia Mínima de la Revolución cubana, será presentado este jueves en el Colegio de México por los historiadores Enrique Krauze, Jean Meyer y Pablo Yankelevich. Rojas, Global Scholar en la Universidad de Princeton entre 2011 y 2014, dijo que su obra es un trabajo académico, no una pieza de denuncia, que intenta narrar la historia de la revolución cubana más allá de sus hitos y su íconos.

¿Cuál es el propósito del libro?

— Es un intento de narración e interpretación compactas del proceso histórico de la revolución cubana.  Hay varios ángulos que distinguen al libro. Por un lado, hay un intento de captar la diversidad de actores sociales y políticos que intervienen en el proceso de la revolución cubana. Al ser una revolución muy mítica, en la historia de América Latina, ha estado bastante identificada con sus íconos, con Fidel Castro, con el Che Guevara, con los grandes comandantes de la Sierra Maestra, o con las grandes epopeyas de esa revolución, que son la campaña de alfabetización o la defensa del país frente a las intervenciones de Estados Unidos. Por otro lado, hay un esfuerzo de conceptualización de qué fue la revolución cubana y cómo podemos enmarcarla en el tiempo, porque parte de esa mitificación del proceso revolucionario cubano conlleva una percepción, creo que equivocada, de que la revolución es eterna o dura lo que duran sus líderes y se extiende en el último medio siglo y más allá...

Ahora, como siempre, hay otras cosas en este tipo de libros. Está el tema del legado de la revolución; (la cubana), como toda revolución, es un proceso ambivalente, fue un fenómeno social y político que tuvo elementos emancipadores, liberadores; introdujo mecanismos fuertes de justicia social, de distribución del ingreso, de igualdad, de soberanía por parte del Estado cubano que no había habido antes de 1959… Pero también está la otra cara de la moneda… que es la construcción de un tipo específico de Estado y de un régimen político que limitó libertades civiles y políticas de un modo muy claro hasta el día de hoy, porque es un régimen político de partido único, de control de los medios de comunicación por parte del Estado, de subordinación de la sociedad civil al gobierno.

Doctor, parafraseando a don Jesús Silva Herzog, le preguntaría, ¿ha muerto la revolución cubana?

— Yo no lo planteo como una muerte de la revolución. De hecho, para el debate incluso historiográfico de México me preguntaría si realmente se trataba de una muerte… Yo digo que la revolución cubana concluyó desde hace mucho tiempo, diría que desde los años 70 y esa conclusión, ese fin del proceso revolucionario tiene que ver con una institucionalización del cambio. En Cuba se produjo la institucionalización de un nuevo Estado, fue un proceso más lento que en otras revoluciones, pero se produjo al fin. Y ya una vez que se ha construido un nuevo Estado, el cambio social, la dinámica del cambio social no es propiamente revolucionaria. Lo que hace el Estado en buena medida es administrar los conflictos que ha gerenrado el nuevo orden.

¿Cuándo perdió su encanto la revolución cubana?

— Esa es otra manera de enfocar el asunto. Una cosa es preguntarse y responder cuándo concluye un proceso revolucionario y otra cosa es cuándo esa revolución pierde su encanto o deja de ejercer  tanta fascinación o provoca más o menos entusiasmo... Para muchos de los intelectuales y los sectores políticos liberales de Cuba y de América  Latina hay un momento de desencanto importante que tiene que ver con la alianza de Cuba con la Unión Soviética, la adopción de una ideología marxista-leninista y el intento de crear, adoptar una vía socialista. Estamos hablando del año 61 y 62…

Para buena parte de la izquierda, de la izquierda occidental, la latinoamericana, por supuesto, pero también la norteamericana, la europea, el encanto dura más, porque la revolución cubana se incorpora al repertorio simbólico e ideológico de lo que se llamó la nueva izquierda, como una alternativa a la izquierda comunista prosoviética. (La fascinación en la nueva izquierda) dura más, probablemente hasta el año 68 o el año 71. El 68 porque el gobierno cubano apoya la invasión soviética a Checoslovaquia...

El año 71 es importante, porque es el año del encarcelamiento y del juicio contra Heberto Padilla, un poeta disidente de la isla... Eso produce una movilización crítica de una buena parte de la intelectualidad occidental que hasta entonces había apoyado a la revolución cubana.

¿Las reformas que está implementando el presidente Raúl Castro van a terminar por desmantelar la revolución cubana?

— Bueno yo diría no la revolución, sino el Estado socialista institucionalizado, la revolución institucionalizada o el Estado socialista que se deriva de la revolución. A mí me parece que no… Pero hay reformas  en curso en Cuba que definitivamente están desestabilizando las bases de ese Estado socialista, por ejemplo, en el tema de la propiedad.

Cuba está realizando una apertura económica, entiendo que con el modelo chino, pero qué pasa en la cuestión política, con las libertades civiles, ¿hay perspectivas de una apertura en este sentido?

—Bueno, el tema es complicado. Quería decir algo más sobre el tema de las inversiones económicas. En efecto, hay un camino en las reformas económicas ya trazado hacia la ampliación de la economía de mercado en Cuba, eso es indudable. De todas formas, creo que no se ha llegado todavía por ese camino de las reformas en Cuba a un modelo equivalente al chino o al vietnamita, eso hay que entenderlo, el ritmo es un poco más lento, y digamos que no tenemos todavía una pequeña y mediana empresa privada con capital nacional equivalente a la china o vietnamita... Ahora, en el tema de los derechos civiles y políticos, es complicada la pregunta y  es complicada la respuesta. Grandes reformas del régimen político que hagan transitar el sistema de partido único a un sistema de partido hegemónico, con oposición controlada, con medios de comunicación más o menos autónomos, eso no se ve en el corto o incluso en el mediano plazo.

¿Cuba  es un Estado totalitario?

— Esa es una discusión de la teoría política en la que yo sigo coincidiendo, con quienes ven elementos postotalitarios porque hay que reconocer que con las reformas económicas la sociedad civil, especialmente la parte económica de la sociedad civil, comienza a adquirir cierta autonomía. La Iglesia ha ganado muchísimo protagonismo, fuerza, liderazgo, ha crecido, tanto en la feligresía como en su proyección pública como institución de la sociedad civil en Cuba.

Hay una serie de elementos postotalitarios, pero el régimen político sigue estando ligado al modelo totalitario de fusión entre el Estado y la sociedad civil, partido único, ideología marxista-leninista, que la vemos ya, en la práctica abandonada, porque más bien la ideología está girando en torno a lo que llamaremos nacionalismo revolucionario, bastante parecido a lo que se vivió en México.

¿Qué queda de la doctrina socialista en Cuba?

—  Poco, yo diría que como núcleo doctrinario rector de la política estatal y cultural, poco, cada vez menos. Por supuesto que hay interés en el pensamiento de Marx, en menor medida de Engels y de Lenin, pero ya no tenemos una ideología oficial que enfatiza la lealtad a la teoría marxista-leninista como un elemento del Estado. Algunos componentes de esa ideología como el ateísmo científico han sido abandonados.

Ahora que ha mencionado a la Iglesia,  ¿está creciendo la fe en Cuba?

— Sí. Yo creo que creció mucho entre finales de los años 90 y mediados de la década pasada, digamos entre la visita del papa Juan Pablo II y la visita del papa Benedicto XVI. Habría que ver ahora qué está pasando en los últimos años, específicamente desde  2012 con la fe católica... Habría que preguntarse por el impacto de las reformas económicas en la religiosidad católica, porque las reformas económicas, una de las cosas que están produciendo en Cuba es una nueva estratificación social. Ahora hay una minoría rica que se hace cada vez más visible y como el mercado está cada vez más introduciendo su lógica, tenemos una diferenciación social. Y hay un sector importante de la población que se está quedando rezagado y en ese sector están mayoritariamente los afrodescendientes, los negros y mulatos cubanos, donde hay una práctica sincrética del catolicismo... Ya está planificada una visita del papa Francisco en septiembre. Va a ser muy importante porque el papa Francisco y Roma han estado involucrados muy fuertemente en el proceso de negociación del restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Y ese proceso es tremendamente popular en la isla.

¿Qué otros impactos tendrá la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba?

— Bueno, yo creo que varios. Uno de ellos es que va a contribuir a una aceleración de las reformas económicas. El proceso de normalización de relaciones conlleva por los menos una consolidación del avance hacia el mercado que se ha verificado de 2012 para acá y pone a la economía cubana en sintonía con una oferta de créditos e inversiones de la primera economía del mundo y la potencia más próxima a la isla. Eso va a tener un impacto positivo en este proceso… Podemos decir  que la normalización de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba hará irreversibles esas reformas… Si el restablecimiento de relaciones avanza, a pesar de todas las dificultades, lo que podemos concluir es que las reformas económicas son irreversibles.

En la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, ¿qué parte ha cedido más?

— Yo creo que las dos partes. En la opinión pública, especialmente en medios académicos e intelectuales de Estados Unidos desde los años 90 se está cuestionando muy fuertemente la política del embargo. Y la ley Helms-Burton, que promovieron los legisladores cubanos, fue de hecho, más que la consecuencia un reforzamiento de la política histórica de Estados Unidos, una jugada un poco desesperada de esos legisladores para evitar que las tendencias a favor de la flexibilización, de la normalización siguieran y han seguido... Creo que (Barack)  Obama llega a la presidencia con mucho escepticismo sobre la política de embargo y aislamiento de Cuba. Es una política que ha perdido el consenso en la opinión pública...

Ahora, del lado cubano me sorprendió más, porque como hemos visto en las últimas décadas el gobierno se había aferrado a la confrontación en el largo periodo de la batalla de ideas a finales de los años 90...  Me sorprendió que el gobierno de Raúl Castro diera un giro tan notable en la materia y uno de los impactos de la pregunta anterior de la normalización de relaciones diplomáticas es, en efecto, el deterioro de esta mentalidad de plaza sitiada, de esta retórica de confrontación contra el imperio, eso se va a ir resquebrajando y facilitará estas demandas de pluralismo que estamos viendo en sectores intelectuales y reformistas de la isla.

¿Es un proceso irreversible?

—Yo creo que sí, porque evidentemente hay una posición de Estado. Las resistencias mayores podrían venir de los sectores fidelistas más ortodoxos, más intransigentes de la isla, y también los sectores bolivarianos que dependen un poco de la confrontación con Estados Unidos. Sin embargo, lo que me ha parecido observar, sobre todo en la Cumbre de las Américas,  es que el gobierno cubano y específicamente Raúl Castro no van a ceder a esas dos presiones y van a continuar por la vía de la normalización diplomática.

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