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Cientos de personas al volante esperan los 60 segundos que tarda el semáforo en cambiar de color. Apenas la luz parpadea inician los bocinazos. Vuelve a pasar un minuto, la luz roja sorprende y los carros desesperados avanzaron 15 metros para volver a detenerse. A ese paso habrán avanzado a 900 metros por hora.

En esos 120 segundos cruzaron la avenida más de 50 automóviles, dos camionetas de carga, una grúa para obra vial y un camión de la basura que dejó una estela de humo negro y obligó a que los automovilistas de los costados cerraran sus cristales soportando por minutos los 21 grados de calor que a las 09:00 de la mañana ya golpean en la Ciudad de México.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Medio Ambiente local, 46% de las emisiones contaminantes que afectan a la Zona Metropolitana provienen de los vehículos en general; es decir, públicos, privados y de carga; pues el kilometraje que recorren al día equivale a dar seis mil vueltas alrededor de la tierra.

En el cruce de avenida La Viga con Eje 3 Sur calzada Chabacano todas las posibilidades se juntan. De los seis carriles del Eje, dos están confinados para por lo menos cuatro rutas de autobuses del transporte público. Uno de ellos circula en contraflujo y, desde hace un mes, el otro carril se encuentra bloqueado por obras viales, por lo que sin importar la hora del día, circular por esa zona y cruzar tres semáforos significa esperar 20 minutos.

En la zona circulan tanto bicis y motocicletas como tráileres y camionetas de carga, pues calles atrás se ubica el Mercado de Jamaica y calles adelante las desviaciones para incorporarse a dos de las avenidas más conflictivas de la capital: Viaducto y Tlalpan.

Los vehículos pesados y de carga son los que van dejando huella a cada metro que ruedan. Cada leve rozón del pie en el acelerador hace que aparezca un fantasma de humo negro o grisáceo, en el mejor de los casos, que baña a todos los carros, motociclistas y transeúntes que circulan alrededor, provocando reacciones comunes como cerrar los cristales o cubrirse la boca y naríz ya sea con la mano o la manga de la ropa.

Según especialistas, el material rodante o móvil podría ser la fuente de contaminación más dañina para salud, cuya exposición inmediata genera molestias pulmonares y cardiacas, mientras que a largo plazo pueden devenir en serias alteraciones.

Una investigación de la Facultad de Física de la UNAM elaborada en el año 2002, indica que en la Ciudad de México el consumo de combustible vehicular es cinco veces mayor que el del industrial por lo que este tipo de emisiones son las que más afectan al ser humano por su contacto directo.

“Las emisiones de los vehículos se producen a nivel del piso o dentro de las casas, por lo que la población en general está más expuesta a concentraciones mucho mayores que las registradas en los medidores de la Red Automática de Monitoreo Atmosférico, la cual sólo analiza muestras tomadas a seis metros sobre el nivel del suelo”.

Calor genera malestares. A pesar de que el horario de calor intenso es alrededor del medio día, la temperatura en el tránsito siempre es abrasante. Vendedores de agua, bebidas energetizantes, mangas para los brazos y hasta ventiladores portátiles hacen su agosto. En el tránsito, hasta los volanteros son aceptados, pues el papel puede ser utilizado como abanico.

Y es que la temperatura no sólo es alta por las condiciones climáticas de la temporada, sino porque el proceso de frenado y acelerado hace que se desprenda calor adicional al que de por sí se genera en la quema de combustible al tener encendido el vehículo y éste se proyecta tanto al interior del auto como hacia el ambiente.

Estudios de Safety Kids señalan que el frenado y acelerado puede provocar una elevación de hasta 15 grados centígrados externos por automóvil, mientras que a nivel interno, al estar en medio del tránsito, la cabina de un carro puede elevar su temperatura hasta 25 grados en comparación con la ambiental, por lo que se hacen comunes los golpes de calor.

Luego de 20 minutos, la primera tanda de vehículos que circulaba por el Eje 3 Sur, a la altura de La Viga, arribó al tercer semáforo, justo antes de cruzar Tlalpan. En ese lapso, más de la mitad de autos cambió de carril esperando avanzar más rápido, pero sólo se colocó en otro que tampoco avanzaba.

Un camión decidió ahorrarse la vuelta y realizó un cruce de cinco metros en sentido contrario. Dos camionetas de carga se estacionaron en el carril de extrema izquierda bloqueando el paso del autobús en contraflujo que debió aventarse a los carros que sí venían en su camino y prefirieron ceder antes que incrustarse en el camión.

En esos minutos la desesperación se apoderó de dos conductores que jugaron a aventarse “lámina” y pisar el acelerador en menos de un metro de espacio. En el mismo tiempo cruzaron la calle 17 personas y cuatro bicicletas. En veinte minutos se pasó el umbral de tres semáforos de conflicto, en veinte minutos los cientos de conductores avanzaron para detenerse, de nuevo, un kilómetro más adelante.

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