Antaño, nuestra estación de lluvias obedecía a un reloj muy regular —excepto en los años, nada raros, de sequía—. Para San Juan de verano, las lluvias se habían generalizado en todo el Altiplano y duraban hasta el famoso cordonazo de San Francisco, con un descanso de quince días, en la segunda mitad de agosto: el veranito de la Virgen. En este año de gracia de 2017, el veranito llegó dos o tres semanas antes, sólo interrumpido por Franklin. En el mismo tiempo, Europa sufría una ola de calor, bautizada Lucifer, que batía todos los récords históricos; el Noroeste de EU, región tradicionalmente fresca que desconoce el aire acondicionado, se transformaba en asador…

Es cuando nos enteramos que 2016 ha sido, a escala planetaria, el más caluroso en 137 años; eso dice la Agencia Nacional de Océanos y Atmósfera estadounidense; desbancó así a 2015, el cual había desbancado a 2014 etc. El informe confirma que la mayoría de los indicadores subrayan el cambio climático en forma de calentamiento global. El 10 de agosto, la revista Science publicó un estudio sobre los cambios en Europa occidental, mientras que la sequía más severa de los últimos 60 años obligaba a la ciudad de Roma a cuidar su consumo de agua. Eso no es nada comparado con un largo texto, algo apocalíptico, del New York Magazine, con fecha 10 de julio: ¿Cuándo el cambio climático volverá la Tierra demasiado caliente para los humanos?

El título del primer párrafo, Doomsday, no puede ser más claro: el Día del Juicio Final. Los científicos han sido muy prudentes y reservados en sus publicaciones, cuando saben muy bien que la situación es mucho más apremiante. “Se lo prometo, es peor de lo que usted piensa. Si vuestra ansiedad en cuanto al calentamiento global es el miedo a la subida del nivel del mar, usted se limita a rasguñar la superficie (…). Océanos al alza son malos, muy malos, pero huir de la costa no será suficiente”. Hay otras amenazas mucho más cercanas. El autor argumenta que, antes de que termine el siglo, varias regiones se habrán vuelto casi inhabitables y hostiles. Si seguimos como siempre.

Se asombra de la presencia del tema apocalíptico, de la popularidad de las películas de zombies y otros Mad Max, del gusto por las ficciones de terror, cuando no queremos enfrentar una realidad más terrorífica, precisamente porque es real, la realidad del cambio climático. En ese sentido, la negación de Donald Trump corresponde a la nuestra, al inconsciente colectivo que piensa que no es cierto, o que la ciencia lo arreglará todo.

La Tierra ha conocido cinco extinciones masivas; con excepción de la causada por el asteroide que acabó con los dinosaurios, todas han sido provocadas por un cambio climático ligado al efecto invernadero: algo que vivimos y al cual colaboramos. El segundo párrafo, Muerte por calor, dice que cuando Nueva York tenga la temperatura que prevalece hoy en los Emiratos, el Medio Oriente y el Golfo Pérsico serán inhabitables; El Salvador y Panamá, nuestra “Tierra Caliente”, también. El tercer capítulo, El fin de los alimentos explica que un aumento de un grado en el ambiente provoca una baja de 10% en la producción de granos, si no es que de 15 o 17%. Además, la sequía puede ser más temible que el calor, si transforma en desierto los graneros actuales, como las tierras negras de Ucrania y Rusia, las grandes llanuras de EU. El terrible episodio histórico del Dust Bowl de los años nos da una pequeña idea de la tragedia. Hambre y hambrunas causarían desplazamientos masivos de población.

No quiero detallar los párrafos siguientes: plagas, aire irrespirable, guerra perpetua (por el agua, la tierra, los alimentos, el “espacio vital”), derrumbe permanente de la economía, océanos envenenados. Basta. ¿Ciencia ficción? No. Puede que el autor exagere un poco, para despertarnos, pero, en un estilo muy diferente, lo que los científicos del país vecino han filtrado, por miedo que el presidente Trump entierre su informe, no es muy diferente. A buen entendedor pocas palabras.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

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