“¿Qué es lo que persiste a través
del cambio? El mismo cambio”.
Heráclito (El Oscuro).

Entre las mayores complejidades que enfrenta el análisis histórico debe contarse a la perseverancia del cambio, como el ser de las cosas. Lo que en un momento es percibido como negativo, tiempo después puede verse como necesario. En fecha reciente, Branko Milanovic publicó un artículo titulado La doble maldición de los ricos, en el que explica que los países con mayor desarrollo padecerán el incremento de la inmigración y el de la desigualdad; los seres humanos siempre toman la senda de la libertad y la riqueza, diría Montesquieu y Galbraith complementaría: Dios ama a los pobres y por eso los hizo en número tan grande. Pocos países ricos y muchos países pobres, con dinámicas demográficas que son inversamente proporcionales a lo que aportan al producto mundial, conforman el ambiente más propicio para migrar, para dejar atrás a la pobreza.

Pese a la rentabilidad política de la retórica antiinmigración, pese a la cálida imaginación con la que se inventan, para descrédito del que llega, abusos diversos sobre los servicios asistenciales y aficiones delincuenciales que van del narcotráfico a la violación, además del robo de empleos a los nativos, la realidad demográfica de los anfitriones es la del encanecimiento de la fuerza de trabajo, sin sustitución natural visible. La tendencia a la reducción de la población mundial, que no es exclusiva de la porción desarrollada, habrá de alcanzarnos a todos, en este mismo siglo XXI, con la amenaza múltiple de instalaciones educativas despobladas antes de su amortización, de inviabilidad de los sistemas de pensiones (no solo por la precarización del trabajo), de reducción de la demanda y, por ello, de la producción; en fin, de un mundo y muchas vidas despojados de sentido. Vale mucho la pena aclarar que la descripción de estas tendencias proviene de un economista que jamás podría ser sospechoso de la menor vocación socialista.

Desde el enfoque de la estructura del gasto en consumo en Estados Unidos, la creciente importancia de servicios que tienen que ver con el cuidado de niños y ancianos, con los cortes de césped y de cabello, con la limpieza de personas, establecimientos y calles, con la recolección de basura y el lavado de trastes, con el mantenimiento de infraestructura (agua y drenaje, por ejemplo), según P. Krugman, tal demanda no parece dar origen a los más deseables empleos, por lo que los ocupan los inmigrantes indocumentados.

Es el caso que, en curiosa convergencia, el presidente electo de México y el señor Donald Trump coinciden en contra de la migración desde México, aunque por razones distintas. El primero supone un crecimiento económico cercano, especialmente salarial, capaz de arraigar a quienes migran; el segundo es un rehén de sus impresentables prejuicios y alguien con quien, por decirlo indulgentemente, resulta muy incómodo estar de acuerdo.

En 1930, John Maynard Keynes soñó con un logro no solo intelectual (artístico, lo imaginó al escribir a su madre): encontrar la tasa de interés capaz de producir el pleno empleo en Reino Unido; más tarde, en 1936, reconoció que buscaba lo que no estaba en el precio del dinero. El Licenciado López Obrador deberá esforzarse mucho para encontrar y establecer el salario capaz de convertir a la migración desde México en afición turística.

Profesor de la Universidad
Autónoma Metropolitana

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