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Daniel Giménez Cacho enfrentó una prueba de fuego como actor la noche del jueves al subir al escenario a interpretar un guión que hasta ese preciso momento conoció, como lo pide la dinámica del montaje Conejo blanco, conejo rojo, cuya temporada en La Teatrería se ha extendido hasta diciembre.

“Eso fue justo lo que más me llamó la atención, ponerme en riesgo y no saber a lo que venía, es lo más divertido”, dijo el actor.

El también director del Teatro El Milagro, comentó que desde sus tiempos de estudiante siempre ha buscado esta clase de proyectos que lo saquen de su zona de confort y sean experimentales. Recordó que una vez dirigió a dos actrices en una obra llamada Persona, en la cual un volado definía qué papel harían ese día.

“Creo que en esta clase de experiencias es cuando aparecen cosas interesantes, no estás protegido por un personaje, en el momento tienes que reaccionar, estás a la vista del público y no te puedes ocultar porque el escenario es como una lupa”.

Para un actor como Daniel Giménez Cacho el sentir cerca el día de la función no le quitó el sueño, al contrario, cuando 48 horas antes recibió las primeras indicaciones previas a subirse al escenario, la curiosidad por saber qué iba a pasar lo divirtió.

“Me porté bien, no busqué nada, estaba trabajando con Luis Gerardo Mendez —quien ya participó en el montaje— no le pregunte y no me contó, esa forma de disponerse me gustó mucho”, dijo el protagonista de la película Arráncame la vida.

Cuando el día llegó, arribó a La Teatrería dos horas antes, hizo calentamiento para el cuerpo y la voz, reconoció el espacio caminando por el escenario y las butacas, regresó al camerino y esperó, al darse la tercera llamada se presentó ante el público y la magia que el autor iraní Nassim Soleimanpour logró con Conejo blanco, conejo rojo comenzó.

“Me la pasé bien, sentí que estuve cerca del autor pero me quedó una sensación de que no lo acabé de conocer”, fue lo que expresó Giménez Cacho al terminar la función y confesó que sería para él interesante ver cómo desarrolla esta historia otro compañero, pero aún no decide cuál de los 11 que falta elegirá; por lo pronto la satisfacción de haberlo logrado se queda con él, además de una sonrisa en su rostro.

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