Las carencias más elementales de casi la mitad de la población mexicana propician un círculo perverso en el que autoridades otorgan apoyos vía programas sociales y los grupos vulnerables los reciben convencidos de la bondad oficial. Sin embargo, las formas pueden rayar en acciones que representan una falta de respeto a las personas.

EL UNIVERSAL da cuenta hoy de la forma desorganizada y poco segura que ha privado en los últimos días en la entrega de apoyos económicos a miles de mujeres en municipios de Chiapas.

Ellas son requeridas —acarreadas es quizá un mejor término— a lugares donde la temperatura oscila entre 38 y 42 grados centígrados a la sombra. Las imágenes que se presentan muestran amplios espacios sin ninguna o escasas sillas. Se ven mujeres de todas las edades, algunas de ellas de la tercera edad, otras con niños en brazos. Muchas con gorras que portan la leyenda: “Bienestar Salario Rosa. Gobernador de las mujeres”.

Hasta aquí no habría problema si el acto protocolario —con una eficiente organización— tomara sólo algunos minutos, pero ocurre lo contrario. Ayer en Tapachula las futuras beneficiarias fueron citadas a las 10:00 horas para un evento cuyo inicio sería a las 16:00 horas. Después del acto puede tomar todavía hasta tres horas repartir las tarjetas en las que recibirán los apoyos económicos.

Lo anterior son condiciones necesarias para que en cualquier momento se presenten incidentes. En eventos previos realizados en ocho municipios hay registro de mujeres lesionadas, golpeadas y desmayadas por deshidratación, falta de alimento, cansancio y golpe de calor. El lunes, en Tapachula, sonidos que parecían disparos desataron confusión y caos en el que hubo algunas lesionadas; por ese motivo la entrega de apoyos se reprogramó para ayer.

La asignación de recursos sin diagnósticos previos se ha convertido en una práctica cada vez más extendida en gobiernos estatales. Además de los programas sociales federales surgen apoyos de carácter local, usualmente sin transparencia, que en los hechos se vuelven de carácter electorero. La pobreza adquiere el carácter de botín que promete votos a cambio de unos cuantos pesos.

La escasa cantidad de dinero que se entrega a cada jefa de familia no resolverá sus problemas. Los gobiernos deberían adoptar entonces acciones sociales de mayor trascendencia (creación de empleos y promoción de la educación, por ejemplo) que puedan cortar con el círculo de la pobreza. Pero si no son capaces de ello, lo mínimo que se pide, entonces, es el respeto a la dignidad de las personas.

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