Como si se tratara de una escena surrealista, y casi imposible de creer, la población de Nuenen les permite a sus visitantes pasear por varios de los paisajes de las obras del artista holandés Vincent van Gogh (1853-1890).

Ubicada aproximadamente a una hora y media en carro de Ámsterdam, una de las primeras impresiones que se lleva el visitante al llegar a esta pintoresca población es la sensación de paz que inspira.

Sus vecindarios silenciosos, rodeados de árboles que se reflejan en pequeños lagos, los molinos y el aire puro son ideales para alquilar una bicicleta y perderse entre las encantadoras callecitas.

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Para los amantes del aire libre, pero también de la cultura, el paseo por Nuenen es recomendable iniciarlo por el Museo Vincentre, dedicado a la vida de Van Gogh, pero en especial a los dos años que él vivió en esta población, entre 1884 y 1885.

Una antigua edificación de tres pisos, remodelada en su interior, da vida a un moderno museo interactivo sobre la vida del artista. Si bien el lugar no cuenta con obras originales del pintor, no hacen falta. Su moderno diseño museográfico interactivo, con réplicas de los cuadros hasta en relieve, ideales para personas ciegas, ofrece una visita y una experiencia inolvidable.

La mayoría de las obras originales de Van Gogh se encuentran en el imponente museo que lleva su nombre, en la gran manzana cultural de Ámsterdam, otro plan que es recomendable hacer luego de un día de campo en Nuenen.

La noche estrellada

Una vez finalizada la visita al museo es el momento de subirse en la bicicleta. Se recomienda contactar con anticipación a algún guía voluntario del lugar, que no solo tenga listas las bicicletas, sino que acompañe al visitante. De esta manera, el paseo resultará más provechoso.

Este plan es preferible hacerlo en la tarde, pues una de las actividades finales es el paseo por la alameda de La noche estrellada, uno de los cuadros más famosos de Van Gogh, que debe hacerse en la oscuridad. “Probablemente ustedes recordarán todas esas estrellas y las dos lunas que él puso en esa obra. Una vez se ingresa a la alameda, se apagan las luces de la bicicleta para encontrarse con esta hermosa sorpresa”, comenta Hans Keijzer, también voluntario del museo.

El cierre del recorrido es el restaurante De Watermolen van Opwetten, antigua granja agrícola, con molino de agua incluido, que el artista congeló con su pincel y su inigualable paleta de colores. Allí se podrá disfrutar de un delicioso steak al carbón con papas a la francesa, al calor de una chimenea, en un ambiente campestre, acompañado de una copa de vino.

Sin duda, un plan diferente, pero sobre todo inolvidable.

Del cielo al suelo

El artista y diseñador Daan Roosegaarde fue el encargado de dar vida a este novedoso atractivo turístico de la ciudad. Inspirado en el cielo de la obra de Van Gogh, Roosegaarde creó una alameda de 600 metros con piedras artificiales fosforescentes, que se recargan con el sol del día.

A medida que el visitante pedalea, parece sumergirse en una noche estrellada, pero en el suelo, como si estuviera pedaleando por los aires.

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