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Han pasado 10 minutos desde que César Ramos dio el silbatazo final, pero la fiesta sigue en casi todo el estadio Olímpico Universitario. De hecho, se encuentra en el clímax.

Es el rugido de un puma que entra en cólera cuando es tildado de simple gatito que ‘ronronea’. El nuevo desplegado de la directiva rojiblanca funciona: la ira felina es descargada sobre el Guadalajara, cuya valentía y buen futbol no alcanzan para salir con vida del hogar auriazul.

Calurosa tarde marcada por el deseo de revancha universitaria. La afrenta se dio fuera de la cancha, al sentenciar que su ‘apá’ estaba de vuelta, pero la única forma de cobrarla es sobre el lienzo verde.

Lo que explica las interminables filas en cada puerta del inmueble y un dispositivo de seguridad integrado por poco más de cuatro mil efectivos, incapaces de controlar la molestia reflejada por quienes no tienen boletos.

Atrincheradas detrás de las rejas que rodean al escenario, decenas de personas lanzan piedras y botellas contra los policías. Minutos de tensión que terminan con una mayor concentración policiaca.

Pero el sentimiento se esparce por las tribunas durante esos minutos en los que las Chivas dominan el encuentro y las emociones.

El calor se intensifica, también la sed y el nerviosismo. Una playera rojiblanca es identificada en la planta baja. Innumerables líquidos vuelan, al igual que varios golpes. El posible linchamiento, disfrazado de trifulca, es controlado por las autoridades.

Sufren más en la zona alta de la cabecera sur, donde deben emplearse a fondo para que la tristeza no mute en violencia. El mayor intento, que se da cerca del ocaso, es exterminado con unos cuantos golpes y gases.

Estampas de una tarde en la que el pueblo auriazul goza durante y después del juego. Incluso, en redes sociales, el ex atacante Aílton da Silva se burla de Jorge Vergara, dueño del Rebaño Sagrado, porque este puma ruge, no ronronea.

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