En la Universidad de Cambridge se resguardan algunos de los documentos más importantes en la historia de la ciencia. Se encuentran archivos con tres siglos de antigüedad del legendario Observatorio de Greenwich, documentos de Isaac Newton, una copia de La Biblia de Gutenberg (considerada el primer libro impreso con tipografía móvil a mediados del siglo XV), y entre otras muchas cosas, la correspondencia de Darwin. Estos últimos documentos también pudieran considerarse el primer gran esfuerzo de ciencia ciudadana registrado en la historia. El naturalista intercambió correspondencia con más de dos mil personas a lo largo de su vida, pues estaba consciente que para mirar el mundo entero y darle vida a sus teorías, necesitaba muchos aliados.

Las nuevas tecnologías han facilitado las conexiones con los otros, pero la recopilación y el análisis sistemático de datos recabados tanto por especialistas como por gente común se ha mantenido como herramienta sustancial del análisis científico a través del tiempo. Hoy se le denomina ciencia ciudadana a este proceso que reúne pruebas de los diversos fenómenos naturales y que no sólo contribuye al desarrollo de la investigación científica, sino a que la gente entre en mayor contacto con su medio ambiente. Precisamente la intención de este día, declarado por las Naciones Unidas como Día Mundial del Medio Ambiente, es subrayar esta conexión. El lema de este año es: “En conexión con la naturaleza”.

Entre las cartas que recibía Darwin y que alimentaban de diferentes formas sus investigaciones, no sólo había intercambios con otros naturalistas, sino con diplomáticos, familiares, clérigos, jardineros y cuidadores de palomas. Los proyectos de ciencia ciudadana en la actualidad son actividades patrocinadas por una amplia variedad de organizaciones en las que especialistas y gente común y corriente puede contribuir de diferentes formas a la investigación científica. Las actividades varían desde transcribir observaciones que fortalezcan el conteo y las características de diversas especies de aves o plantas en zonas rurales o urbanas, hasta actividades más especializadas como tomar datos de la calidad de agua para evaluar afluentes locales.

Los ejemplos en que la participación voluntaria es fundamental para el estudio del medio ambiente, son cada vez más evidentes. El año pasado, cientos de personas recorrieron el norte de Kenia en busca de la cebra de Grévy (Equus grevyi ) catalogada por la IUCN en Peligro de Extinción desde 1986. Los voluntarios fotografiaron las rayas distintivas únicas de cerca de 2 mil ejemplares y las enviaron junto con sus coordenadas de GPS. Esto permitió a los científicos determinar la edad y ubicación del 80% de la población keniana de este animal, la más grande del mundo.

Se calcula que en el mundo existen más de mil proyectos de ciencia ciudadana con alcances globales. El uso de tabletas electrónicas y teléfonos inteligentes han facilitado la labor de la ciencia ciudadana. En México, según registros de CONABIO, para NaturaLista existen más de 21 mil personas inscritas. Hasta la fecha se han registrado de esta forma en todo el país 18 mil 521 especies mediante 443 mil 911 observaciones. En el caso del proyecto de observación de aves, llamado aVerAves, se cuenta con más de 6 mil usuarios y tres millones de registros de aves en el territorio nacional. Veracruz, Oaxaca y Chiapas son los estados que cuentan con mayor número de listas.

Calentamiento global, alerta ambiental

El Día Mundial del Medio Ambiente empezó a celebrarse en 1974, coincidentemente en el mismo año en que la Universidad de Cambridge empezó a organizar y digitalizar la correspondencia de Darwin que hoy está a disposición del público en general con 8 mil 500 misivas presentadas en el sitio www.darwinprject.ac.uk.

Desde su primer festejo, el Día Mundial del Medio Ambiente ha ayudado al Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente (PNUMA) a crear conciencia, y ejercer cierta presión política, tanto a nivel nacional como internacional, sobre diversos tópicos preocupantes para el medio ambiente, como la gestión de productos químicos tóxicos, la reducción de la capa de ozono, la desertificación y el calentamiento global.

Cada año se suman millones de personas para evidenciar un tema en específico y promover un cambio desde diversas trincheras. Hace una década, por ejemplo, se exponía una de las pruebas más evidentes del cambio climático. Mediante el lema: “El deshielo, ¿un tema candente?” y con la ciudad noruega de Tromsø como anfitriona, se aprovechó la jornada para llamar la atención sobre el Cuarto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en donde se mostraba que el fenómeno del calentamiento climático no admitía dudas. Desde entonces, una de las constantes de las diversas celebraciones del Día Mundial del Medio Ambiente ha sido llamar la atención sobre diversos aspectos que evidencian esta transformación preocupante del medio que nos rodea y que hoy el gobierno de EU se niega a reconocer al prevalecer intereses económicos sobre compromisos ambientales.

El Acuerdo de París, que entró en vigor el 4 de diciembre de 2016, ha buscado que los países fortalezcan la respuesta a la amenaza del cambio climático al mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de 2 ºC y esforzarse por lograr que no sea superior a 1.5 ºC, sin embargo lograr este objetivo parece cada vez más complicado. El Secretario General de la ONU, el ex primer ministro portugués António Guterres, señaló hace unos días que es urgente convocar una cumbre sobre el clima en 2019 para forjar una visión común del camino a seguir para hacer frente este fenómeno que se ha convertido en “una amenaza sin precedentes”.

Canadá y las áreas protegidas del mundo

Cada año hay un nuevo anfitrión del Día Mundial del Medio Ambiente. En esta edición, Canadá fue el elegido. Con 36 millones de habitantes, este país cuenta con un variado patrimonio natural que se ha convertido en una insignia de su identidad nacional. Durante todo el 2017 Canadá ofrecerá acceso gratuito a sus 46 parques nacionales. En esta búsqueda por impulsar la conexión de la gente con la naturaleza, la ONU ha propuesto que las zonas protegidas, como los parques nacionales, reservas naturales y santuarios marinos, se conviertan en el centro de atención. En este sentido la ONU subraya algunos datos sobre la historia de este patrimonio natural global, como el surgimiento del que es considerado el primer parque nacional del mundo: El Parque Nacional Yellowstone en EU, que se estableció en 1872 con sus prototípicos géiseres y osos pardos.

Se considera que son zonas protegidas los lugares dedicados a conservar la naturaleza y administrados con el propósito de salvaguardar el patrimonio medioambiental. Muchas de éstas áreas están controladas por organismos públicos, mientras otras se encuentran bajo la gestión de particulares, organizaciones para la conservación o comunidades locales. Precisamente las zonas protegidas de creación más reciente en todo el mundo son santuarios marinos junto a las costas mexicanas.

Los decretos de nuevas Áreas Naturales Protegidas en la categoría de Reserva de la Biosfera son el Caribe mexicano, donde se dedicará a la conservación el 50% del sistema de arrecifes mesoamericano, con un un total de mil 100 kilómetros; así como las Islas del Pacífico y sus aguas adyacentes en la costa occidental de los estados de Baja California y Baja California Sur. La tercera área recientemente considerada es el llamado Pacífico Mexicano Profundo, una franja marítima que abarca desde Chiapas hasta Nayarit. También está considerada el área alrededor del Archipiélago de Revillagigedo.

De acuerdo con cifras de la Base de Datos Mundial sobre Zonas Protegidas, en el mundo hay más de 200 mil zonas protegidas en tierra y aguas interiores, sumando alrededor de 20 millones de kilómetros cuadrados, es decir, el 15% de la superficie terrestre del planeta. Además, existen cerca de 15 mil zonas marinas protegidas que rebasan los 18 millones de kilómetros. Aunque el número y la extensión de las zonas protegidas se ha disparado en los últimos 20 años, conforme a los objetivos acordados por las convenciones de las Naciones Unidas, aún no es suficiente: la meta es proteger el 17% de la tierra mundial de aquí a 2020, por lo que aún faltan 3 millones de kilómetros cuadrados para lograrlo y para los especialistas los objetivos se deben centrar ahora en el cuidado y protección de los océanos.

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