En 1930 cuando Genaro Estada, Secretario de Relaciones Exteriores de México, redactó la Doctrina Estrada se tomó la posición de oponerse a que otros países decidieran si un gobierno era legítimo o ilegitimo, como era la costumbre de aquella época. El gobierno mexicano optó por una posición radicalmente opuesta al intervencionismo y a la violación del derecho de autodeterminación de los pueblos que era practicada por los poderes imperiales en defensa de sus propias políticas colonialistas. Esta Doctrina constituyó el ideal de una política exterior en defensa de la soberanía y autonomía de las naciones y en contra del abuso de las potencias para decidir sobre la legitimidad de otros gobiernos. Al paso del tiempo y de la transformación política de México en un estado de partido único este principio de respeto por la democracia y la autodeterminación se fue matizando hasta convertirse en un medio para que el Partido Revolucionario Institucional lo convirtiera en un artilugio para mantener su hegemonía y poder.

En esta lógica evolutiva de la Doctrina Estada despierta aprensión la posición de Andrés Manuel López Obrador de que su gobierno se fincará en un retorno a dicha doctrina. Esta aprensión deviene de dos posibilidades. Una es que se repita la historia y la otra la viabilidad de dicha doctrina en el mundo globalizado contemporáneo.

Si se pretende que México sea una potencia su política y su economía no pueden estar encasilladas en su propio devenir si no que deben tener una proyección integral y propositiva sobre asuntos globales. Los tiempos en que la política y la economía tenían existencias paralelas aunque relativamente independientes ya no existen cuando riesgos geopolíticos se convierten en factor determinante para la volatilidad de los mercados.

Hoy la política y la economía están íntimamente interconectadas e interdependientes como lo está demostrando el conflicto entre Turquía y Estados Unidos por el apresamiento de un ciudadano de EU. Este hecho sólo hace evidente la gran transformación que experimenta la dinámica internacional desde la década de los ochenta cuyo eje central es la mayor retroalimentación entre lo económico y lo político y lo nacional con lo internacional.

En estas condiciones ningún país puede ser indiferente a la lucha titánica entre las grandes multinacionales tecnológicas de Estados Unidos, las FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google) contra sus pares chinos, las BAT (Baidu, Alibaba y Tencent). Aún más cuando este enfrentamiento no ocurre directamente en sus países de origen sino en terceros países con formas de operación muy diferentes ya que mientras las firmas de EU trasplantan sus servicios a otras latitudes las chinas usan intermediarios locales con los cuales crean redes muy complejas de dependencia. El mundo en desarrollo es clave para estas empresas ya que en los mercados emergentes está buena parte de su clientela. Este enfrentamiento no es exclusivamente económico sino que se ha convertido en una acometida geopolítica por la supremacía digital, lo cual lleva a que esta batalla tenga repercusiones políticas al obligar a decidir si los países prefieren las nubes chinas o las estadounidenses creando mayor acercamiento con los gobiernos chino o de EU. Si bien la batalla entre estos grupos de empresas es comercial la forma en que se resuelva enfrentará políticamente a otros países lo que incrementa el riesgo de que el mundo se divida no solamente en bloques políticos sino también en bloques tecnológicos y que se agrave el escollo del proteccionismo comercial. Este entramado hace difícil delinear donde se traza la línea divisoria entre intereses de seguridad nacional e intereses comerciales pero igualmente pone en entredicho el grado de libertad de los capitales, productivos y especulativos, para moverse entre países.

Una política exterior contemporánea y progresista debe rechazar la posición de dominación económica y militar de los países industriales, especialmente de Estados Unidos y dirigirse a generar cimientos de cooperación global en defensa de las necesidades particulares que requiere el desarrollo de los países más atrasados con total respeto a los derechos humanos y al mejoramiento del medio ambiente de tal forma que las poblaciones no tengan que migrar para poder satisfacer sus necesidades básicas.

No es el camino del aislacionismo sino el de una diplomacia estratégica la que puede evitar la confrontación en la búsqueda de soluciones globales a esta nueva interdependencia entre lo económico y lo político. Urge practicar un nuevo internacionalismo para prevenir y resolver crisis que emergen de los conflictos actuales y potenciales para promover soluciones desde la amenaza nuclear hasta el desastre medio ambiental pasando por las imposiciones productivas y comerciales que ejercen las cadenas globales de valor. Tampoco debe descartarse de la agenda internacional la preponderancia del capital financiero que ha llevado a un ciclo financiero global que induce a un exagerado endeudamiento de los países industriales a la par del escaso financiamiento a los países en desarrollo y que ha convertido a sus monedas en instrumentos de especulación cambiaria con serias repercusiones de volatilidad. Lo que se requiere es una mayor y mejor regulación financiera que enfrente el dilema del dólar como moneda internacional sobre lo cual poco han hecho las instituciones del Banco para Pagos Internacionales.

Será difícil imaginar estrategias que funcionen adecuadamente para resolver temas nacionales cuando la estrategia de la política exterior se considera remota a los temas locales. En este contexto de interconectividad e interdependencia global queda claro que mucho más que en el pasado la efectividad de la política macroeconómica no es una decisión exclusivamente económica sino que depende del momento político internacional.

México requiere de una política exterior activa por las implicaciones que tiene para el funcionamiento de la economía nacional, especialmente cuando se pretende impulsar el mercado interno para tener mayor autonomía y soberanía en la solución de los serios problemas de desindustrialización, desigualdad y pobreza que el modelo impulsado por las exportaciones no ha logrado resolver. En este contexto poco beneficio tendremos de tergiversar nuevamente la Doctrina Estrada.

Departamento de Producción Económica. UAM Xochimilco

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