Esa nostalgia temeraria por el Estado–nación provoca que los ciudadanos se alimenten de provincianismo, invitados a mirarse el ombligo por quienes dominan la opinión pública, indiferentes a lo que ocurre más allá de sus países, sean reales o imaginarios

El 68 sacó a las calles a la porción más crítica de la sociedad, pero no fue un movimiento popular, pese a que la llamada memoria histórica lo rememoró como tal

Se cumple un viejo pronóstico: a la aldea global ya no la mueven las ideas (si es que alguna vez fue así), sino la publicidad, basada en la inmediatez, la mentira, el insulto, la befa, la verdad a medias o la mentira descarada...