La Cumbre de las Américas celebrada en nuestro país, los días 9, 10 y 11 de enero del año en curso, reunió no solo a Joe Biden, presidente de los Estados Unidos de América, Justin Trudeau, primer ministro de Canadá y Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, sino que representó una invaluable oportunidad para sanjar las diferencias entre las tres naciones y de sentar las bases para una agenda común en materia migratoria. Oportunidad que fue desperdiciada.

Previo a la X Cumbre entre los líderes de América del Norte, el primer ministro de Canadá fue contundente al afirmar que el presidente de México debe cumplir con las reglas del acuerdo comercial: “Tanto el presidente Joe Biden, como yo, vamos a ser bastante claros con el presidente López Obrador, de que esto debe enterderse como una forma de ayudar a México a desarrollarse para atraer inversiones de empresas de Canadá y Estados Unidos”.

Esas afirmaciones fueron hechas en clara referencia a la política energética del actual gobierno mexicano que fuertes cuestionamientos despertó con la aprobación de las reformas a la Ley de la Industria Eléctrica (LIE), en la cual se da mayor importancia a Comisión Federal de Electricidad (CFE), por encima de empresas e inversionistas privados, nacionales y extranjeros.

Cabe recordar que dichas afirmaciones se presentan con el antecedente de que en julio de 2022, los gobiernos de Estados Unidos y Canadá iniciaron una controversia, en el marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T- MEC), al considerar considerar que la política energética adoptada por el gobierno de México es violatoria de las reglas contenidas en el Acuerdo Comercial entre los tres países.

Al finalizar la Cumbre, se informó que los tres países alcanzaron como acuerdos: en materia de integración y crecimiento de Norteamérica la meta es que logren producir el 25 por ciento de los productos que se exportan hacia Asia; aspiran a que las acciones sobre movilidad laboral permitan fortalecer vías ordenadas, regulares, seguras y previsibles para los trabajadores de los tres países; en el rubro de energías limpias, la participación de Estados Unidos y Canadá en el Plan Sonora para la producción de bateria de litio, semiconductores e instalaciones para vehículos eléctricos, aunque lo correcto hubiera sido un plan para toda la zona fronteriza; respecto a la seguridad, un asunto del interés de Estados Unidos, los tres países fortaleceran el control de los precursores químicos utilizados en la producción de drogas, como en fentanilo; en materia de salud, se estableció un equipo de trabajo de seguridad sanitaria con el propósito de preparar un plan común para enfrentar el COVID, la influenza y otros riesgos sanitarios, y la protección de los pueblos originarios y la lucha en contra del racismo.

A pesar de que en la Cumbre de América del Norte se estableció el compromiso de profundizar la integración de las cadenas de producción, tal parece que los tres países continuarán el dialogo para intentar resolver las diferencias surgidas por la política energética del gobierno de México antes de llevar el tema ante un panel dentro del T-MEC, donde sin duda nuestro país tiene pocas posibilidades de ganar.

Resulta lamentable que el gobierno mexicano haya perdido la oportunidad de presionar para sentar las bases de una política migratoria, particularmente con Estados Unidos, que abra la puerta a una migración regular y segura, con una visión humana, a fin de enfrentar una realidad innegable: los flujos migratorios después de la etapa más fuerte de la pandemia se han incrementado y seguirán en escenso, con la problemática humanitaria que genera la falta de atención a los millones de personas que solicitan ingreso a Estados Unidos por las frontera sur y norte de nuestro país.

Es tiempo de poner en el mismo nivel de importancia los flujos comerciales y los flujos migratorios, que son reflejo de la intensa dinámica de las tres economías de América del Norte, las cuales en conjunto representan casi una tercera parte de la actividad económica mundial, los tres países también representan un mercado de poco más de quinientos millones de personas y se han convertido en sus principales socios comerciales. Sostener ese nivel de intercambio comercial e integración requiere de un cambio de visión en el trato a las personas migrantes. ¿Hasta cuando seguirá posponiéndose la reforma migratoria?

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