Mientras para algunas personas la política es sólo un empleo, para otras es un espíritu de servicio. Mientras para algunos es el espacio para acumular riqueza y poder, para mí la política es una vocación para transformar la realidad y construir comunidades justas para todos.

Decidí participar en la vida política de México en 1994 cuando tenía 15 años y recién terminaba la efervescencia del proceso electoral. Desde entonces mucho ha cambiado. En estos 30 años México se ha transformado. Nuestro país ahora sí es una democracia. Algunas de las voces priístas que marchaban “defendiendo la democracia” olvidan —muy convenientemente— los múltiples fraudes electorales que cometieron, y la cúpula panista desde hace años dio la espalda a su militancia.

México ha vivido la alternancia de forma constante; desde el año 2000 nos han gobernado prácticamente todos los partidos políticos. Tenemos instituciones sólidas, padrones confiables, casillas de votación ciudadanas, disfrutamos nuestra pluralidad y los acalorados debates. México ya no es aquel país del pasado donde se dictaba la agenda a los medios de comunicación desde Los Pinos, ni tenemos el gobierno represor de 1968 y 1971.

Agradezco con todo el corazón las oportunidades que he tenido para servir a nuestra nación. Siempre tendré la mayor gratitud para la gente - en especial, los vecinos de la demarcación Miguel Hidalgo, en la Ciudad de México —quienes confiaron en mí en numerosas ocasiones. Fui la más joven diputada federal en la LVIII Legislatura, jefa delegacional a los 27 años, así como la única persona mexicana y más joven presidenta de la Unión Interparlamentaria. Durante 27 años conocí las necesidades y llevé soluciones a la gente que representé y, al mismo tiempo, trabajé con los más importantes líderes mundiales y jefes de estado. Todas ellas, experiencias maravillosas y lecciones valiosas.

En 2021 decidí hacer una pausa a mi dedicación al servicio público; no perdí la vocación ni abandoné mis sueños. Nadie me cerró la puerta ni perdí elecciones. Ese año abrí nuevos caminos y proyectos; a nivel global trabajé por la salud con The Lancet, fui electa copresidenta de la alianza internacional UHC2030 —trabajos que realicé pro bono—, y me convertí en emprendedora ejerciendo mi profesión.

Hace algunas semanas tanto Claudia Sheinbaum como Clara Brugada me invitaron a participar en sus equipos como vocera. Confieso que no pude resistir la emoción de apoyarlas. A Claudia la conocí mejor hace 6 años cuando apoyé su campaña también como vocera; es una inteligente científica, de mente ágil, exigente y enfocada a resultados, trabajadora incansable, una mujer enamorada de México. Con Clara coincidí en ideales y propuestas cuando fuimos diputadas a la Asamblea Constituyente, admiro su sensibilidad y carisma, su pasión por el servicio público, su profesionalismo y alegre personalidad.

En esta responsabilidad ni recibo sueldo ni busco empleo. Regreso por ahora a la vida pública de México porque creo y confío en Claudia y Clara. Dedicaré estos 3 meses a apoyarlas porque, junto con millones de mujeres, compartimos los sueños, ideales y vocación que me inspiraron a los 15 años y aún guían mis decisiones. Mantengo la firme convicción de que tenemos que construir un México más justo e incluyente, un México para todos, esa es la responsabilidad de la política.

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