Por medio de la presente presento mi renuncia oficial e irrevocable a mi calidad de boomer, clasificación cuestionable dada la fecha de mi nacimiento. A partir de hoy y en adelante me identifico como Xer (Ella/Sra/La/Mtra/Doña), parte de esa generación que hasta ahora ha pasado a la historia sin pena ni gloria, aturdida, confundida, lenta pero segura. A mí no me tocaron ni Woodstock, Vietnam, Avándaro, el ‘68. Para cuando yo comencé a tener uso de razón el mundo ya estaba en plena guerra fría y había crisis energética, por mencionar algo y, aunque todavía me tocó bailar el Hustle, soy ochentera. La mayoría de los estudiosos y estudiosas del asunto alegan que los boomers nacieron entre 1946 y 1964, más o menos dos años de cada lado. Queda claro. A lo que voy es que, si bien estadísticamente me es imposible alejarme de tan criticada generación, mi estilo de vida dicta algo muy diferente: Como dijo Pierre Bourdieu, cultura y gusto suelen ser más determinantes que la edad. No sólo eso: ¿que hay de la “madurez” emocional? Los boomers no pueden ver más allá de su nariz, esto es, yo, mi y mío. Prefiero ser cabeza de ratón que cola de león.

La línea que nos divide es muy fina pero determinante. Los leones han ido partiendo madres por todos lados, para bien y para mal, en lucha constante con la generación de sus padres y sus tradiciones. Los ratones, en cambio, recorremos el camino creado por nuestros hermanos y hermanas mayores a un paso igual de firme, pero más pensado, real, palpable, tomando siempre en cuenta a los que vienen después. Somos menos narcisistas, más empáticos, más conscientes de lo que pasa alrededor, lo que viene después y lo que ya no será. Además, no nos quejamos. La lucha es con nosotros mismos. Un verdadero martirio. Fuimos los primeros en alargar la adolescencia mas no por gusto ni decreto, así nos tocó. A estas alturas del partido ya son pocas las diferencias, pero también más graves, profundas. Crecimos en la encrucijada entre la tradición y lo nuevo y sobrevivimos gracias a la enorme capacidad de adaptación y flexibilidad que nos distinguen. Y todo en silencio. Algunos Xers famosos son Jay-Z, Julian Assange, Lance Armstrong y, nada menos que los fundadores de Google Sergey Brin y Larry Page. Alanis Morrisette, Jennifer López, Jennifer Aniston y, la mismísima Salma Hayek representan a las chicas.

Entonces, después de años –décadas- de estudio, observación y participación intergeneracional, me atrevo a decir que el problema básico de ambas generaciones radica en los roles de género y su representación en la vida diaria, un tema para el que se necesitan varios volúmenes que resumo como una cuestión de actitud, una singularidad cualitativa difícil de medir. Al boomer le gusta la idea de que la mujer trabaje fuera de casa, mas no su pareja, por decir algo; un Xer posiblemente necesita que la pareja trabaje –dentro o fuera de casa- y tiene mejor disposición para pasar la aspiradora o lavar los platos cuando sea necesario. Un boomer da cátedra pero no siempre pone el ejemplo, la mala fama que tienen se la han ganado a pulso. Hay también quienes hablan de una generación sandwich para referirse a este grupo demográfico intermedio, pero francamente el apodo no se me antoja en lo absoluto. Lo bueno de estos tiempos es que cada quien puede ponerse el saco que mejor le siente. Además, no es necesario llegar a los 75 para tener actitudes prehistóricas, aunque ayuda.

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