Imaginemos por un momento que Maquiavelo se apareciera en Los Pinos para platicar brevemente con el presidente Peña Nieto. ¿Qué le preguntaría al secretario florentino? Y a la inversa, ¿qué recomendaría Maquiavelo? Aquí algunas especulaciones, basadas en sus máximas sobre la política, descritas en El Príncipe y los Discursos de Tito Livio.

—Buenos días, don Nicolás, sea usted bienvenido a México. ¿Qué lo trae por estos rumbos?

—Buenos días señor Presidente. Antes que nada le agradezco su generoso tiempo para escuchar mi humilde opinión sobre temas que son de urgente atención en su gobierno. Lo hago con el ánimo de ayudar su causa, para que su Presidencia alcance grandes logros en beneficio de su pueblo. Quiero aclarar que aún y cuando median más de 500 años de distancia entre lo que escribí y observé sobre la política, las cosas en lo general siguen siendo muy similares, porque los hombres siempre han sido los mismos frente al poder: Ambiciosos, sin escrúpulos y mentirosos. Sobre todo cuando aparece un nuevo príncipe, ya que quiere ampliar sus dominios, su influencia, su tesoro y su poder de mando.

Lo que escribí está sustentado en la verdad efectiva del poder. Pero no tenga duda que mis consejos serán de utilidad, si es que son bien entendidos.

—Bueno don Nicolás, en medio milenio las cosas sí han cambiado y mucho. Cuando usted escribió su famosísimo opúsculo, titulado El Príncipe en 1513, no había muchas de las leyes e instituciones que tenemos hoy. Sin embargo, creo que sus puntos de vista son importantes para que me ayude a entender los motivos que tiene el presidente Trump al sugerir una agenda bilateral que yo consideraría hostil hacia México y hacia ellos mismos, porque al afectar a un socio comercial y aliado político afecta sus propios intereses nacionales. Aclaro que nuestras herramientas de reclamación son por medio de la diplomacia y el Derecho, no por otra vía. Creemos en la resolución pacífica de controversias y en la igualdad de las naciones.

—Señor Presidente, la modestia no aplaca a un enemigo jamás; le hace, por el contrario, más insolente y vale quizá más verse quitar algo por la fuerza que por el temor de la fuerza.

Los hombres siempre se muestran reacios a abordar empresas que presentan dificultades, y no se puede ver facilidad en atacar a un hombre que tiene sus tierras bien protegidas y que no es odiado por su pueblo.

—¿Está sugiriendo que la estrategia del presidente Trump contra mi país, es porque hay una coyuntura interna, en la que en efecto no tengo por el momento amplio respaldo popular?

—Parcialmente. Trump aprovecha ciertas situaciones internas pero, sobre todo, necesita dar resultados muy rápido ante sus electores y el mundo. Está a prueba su liderazgo. En 100 días quiere demostrar que mucho de lo que ofreció en su campaña, sí lo puede lograr. De tal manera que las diferencias con su gobierno, son cuestión de tiempo. Entre más se alarguen las negociaciones, mejor para usted. Por cierto, aprovecho para felicitarlo, por la cancelación de la reunión con el presidente Trump.

—¿Y porque quiere ayudar mi causa?

—Porque detesto a los déspotas y porque creo en las repúblicas libres, y sobre todo en la redención de los pueblos, que buscan autodeterminarse políticamente frente al abuso de otros países.

—Perdón, pero tengo que tomar una llamada con el presidente Trump. Le agradezco su visita.

—El agradecido soy yo Presidente. No lo dude, usted puede hacer que las cosas cambien a su favor. Va a requerir de fortuna y sobre todo de virtud.

Le deseo muchos éxitos. Hoy la clase política y su pueblo lo respaldan porque defiende una causa de interés nacional justa y, más importante, la dignidad de la Nación. Con permiso.

Académico por la UNAM

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