Uno de los aspectos mas preocupantes de la administración del presidente Donald Trump ha sido la constante serie de ataques a la prensa en Estados Unidos. Ha tomado los cuestionamientos a su administración y las investigaciones de los periodistas como una afrenta personal, a los cuales responde con descalificaciones e insultos.

Aunque Trump mismo usa Twitter y sus discursos públicos para estos embates contra el periodismo, su aliado incondicional durante los primeros meses de su administración fue su vocero, Sean Spicer, quien en vez de construir puentes con los periodistas, como normalmente se hace, trato de amedrentarlos.

Ayer llego la noticia de que Spicer se va, al parecer enojado por el cambio del director de Comunicaciones de La Casa Blanca, y probablemente después de semanas en que ya se daba cuenta que el presidente también había perdido confianza en él. Es una salida positiva y abre la posibilidad de que su sucesora en el rol, Sarah Huckabee Sanders, que tiene un estilo mas suave y sutil, trate de servir como puente entre la prensa y la Casa Blanca. También el nuevo director de Comunicaciones, Anthony Scaramucci, parece presentar una nueva oportunidad, ya que Scaramucci, ex director de una casa de inversiones privada, tiene una relación mucho mas fluida con los periodistas. Habrá que ver si pueden suavizar la relación entre los periodistas y la cabeza del gobierno estadounidense.

Desde luego, no siempre será fácil la relación entre el poder político y el periodismo, ni en el mejor de los casos, ya que este ultimo tiene el rol de monitorear, vigilar e investigar la actuación del primero. Pero es esencial que ambas partes entienden y respetan los roles distintos que tienen, sobre todo el presidente, que tiene la responsabilidad de salvaguardar las instituciones y valores de la democracia, en que la libertad de expresión es fundamental. El periodismo juega un papel de ancla al dar un espacio publico a la libertad de expresión, que es esencial para el buen funcionamiento de la democracia, un espacio que también ocupan organizaciones ciudadanas de diversas ideologías y con distintos propósitos. Y nos deben de preocupar en estos momentos las actitudes que hemos visto del titular de la presidencia de Estados Unidos y esperar que lo vienen sean mejores momentos.

Pero esto no sólo es un problema al norte de la frontera. Recientemente en México se descubrió que alguna agencia en el gobierno mexicano también, al parecer, estaba espiando a algunos de los periodistas y líderes de organizaciones ciudadanas y tratando de intimidarlos por vía electrónica. Estos esfuerzos minan la democracia mexicana y terminan también golpeando la credibilidad del gobierno mexicano. Falta que se haga una investigación profunda e independiente de los hechos para determinar cómo y porque paso esto.

Y quizás para ambos gobiernos la lección es la misma, aunque las circunstancias han sido diferentes. En nuestras sociedades democráticas, el publico cada vez mas espera que la prensa sea tratada con respeto, y que la libertad de expresión se defienda desde las alturas del poder. Cuando se hace lo contrario, mas que perjudicar a los periodistas y a los lideres de organizaciones ciudadanas, se daña la imagen del gobierno en turno y se fomenta la desconfianza hacia los lideres políticos en general. Esto, por lo menos, habla bien de los ciudadanos en nuestras sociedades, que ya no tienen paciencia con las actitudes autocráticas que buscan cerrar los espacios de opinión y expresión.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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