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El 19 de septiembre, el Monumento a la Madre, del escultor Luis Ortiz Monasterio, se cayó por el sismo. La magnitud del daño no se ha precisado, pero de acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) fue tan considerable que no fue posible trasladarla y aguarda su restauración en el sitio, la cual será realizada por la empresa Megarquitectos. El INBA asegura que lo sucedido con la obra no es de su competencia.

El proyecto arquitectónico, realizado por José Villagrán, fue inaugurado el 10 de mayo de 1949 por el presidente Miguel Alemán; consta de un muro y una torre con tres esculturas: Al centro, una mujer con un niño en brazos; del lado izquierdo, otra mujer con una mazorca de maíz como símbolo de fertilidad; a la derecha, un hombre representa la educación.

El día del sismo circularon en redes sociales algunas imágenes de la obra, en las que era posible apreciar que la escultura de la Madre había caído y sólo quedaban los pies en la torre, el resto lucía en pedazos.

De acuerdo con Seduvi, tras el sismo, la empresa Megarquitectos realizó —con recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden)— los “trabajos emergentes para contener el daño de la pieza tras el colapso” que, según la Secretaría de Cultura local, costaron 2 millones de pesos. Además prepara un proyecto de restauración y “los modelos para reposición de las piezas dañadas”, que podría costar 20 millones de pesos, informó Martín Levinson, asesor en la Secretaría; pero se desconoce si la restauración se realizará también con los recursos del Fonden y cuándo quedará listo.

Megarquitectos, fundada en 1979, es encabezada por el arquitecto Gabriel Mérigo, académico del Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje de la UNAM. Entre los trabajos que ha realizado se encuentra la restauración de portones y fachadas en Palacio Nacional.

Obra clave. La pieza de Ortiz Monasterio era clave para el proyecto Paseo Urbano Monumento a la Madre, organizado por Seduvi y la delegación Cuauhtémoc, a cargo de grupo Rzero+PARA, representado por el arquitecto Alejandro Zárate.

A finales del año pasado se anunció que el área sería rehabilitada con una inversión de 150 millones de pesos y se recuperarían 37 mil 500 metros cuadrados de este espacio comunitario integrado por el Jardín del Arte, la Plaza Monumento a la Madre, la Plaza Luis Pasteur y el Jardín del Instituto Mexicano del Seguro Social.

La primera fase del proyecto inició en mayo pasado y se concentró en la explanada del Monumento; la segunda fase se desarrolla en el Jardín del Arte. La terminación se tenía prevista para este año pero, de acuerdo con Seduvi, hay un retraso de dos meses y no hay fecha de terminación.

Desarrollo Urbano informó a EL UNIVERSAL que para los trabajos de restauración de la pieza del artista se envió al INBA un oficio para solicitar “comentarios u opinión”. Bellas Artes, por su parte, indicó a este diario que lo relacionado con el monumento de Ortiz Monasterio no era un asunto de la institución.

Según la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, el INBA es competente en materia de monumentos y zonas de monumentos artísticos. Además el artículo 33 señala que son monumentos artísticos los bienes muebles e inmuebles que revistan valor estético relevante.

La obra es una de las más importantes del artista. Entre los monumentos públicos del creador, premio Nacional de Artes, destacan la Fuente de Nezahualcoyótl en el Bosque de Chapultepec, la Plaza Cívica de la Unidad Independencia, Tigres y águilas, de la Unidad de Congreso del Centro Médico Nacional, y otras de libre creación.

Artista de vanguardia. Mientras se decide lo que sucederá con el Monumento, la historiadora Guadalupe Tolosa, especialista en Ortiz Monasterio, celebra que la Madre continúe en el sitio porque de esa manera podrían asegurarse mejores trabajos de restauración. Y es que se trata de una obra creada por uno de los escultores más relevantes de su generación.

Guadalupe Tolosa asegura que algunas de las obras de Ortiz Monasterio han padecido diversas situaciones. “En los años 30 hizo varios monumentos inspirados o con influencia en La Piedad ,de Miguel Ángel, tres fueron para escuelas populares y uno de ellos desapareció; años después hizo el Monumento a los Defensores de la ciudad de Puebla, y también se lo robaron. Ha sido un escultor con obras que han tenido una mala fortuna. Hablamos de un artista muy importante”, explica en entrevista.

Para la especialista, Ortiz Monasterio perteneció a la generación de vanguardia de artistas inmersos en la encrucijada del arte emanado de la Revolución, cuando, en los años 20 del siglo pasado, en la Escuela Nacional de Bellas Artes (antigua Academia de San Carlos) se vivía una etapa de transición de la enseñanza.

“Perteneció a una generación de vanguardia que comienza en los años 20. En ese momento pareciera que existe una escuela mexicana de escultura, pero en realidad no era una escuela, lo que pasa es que coincidían en ciertos motivos nacionalistas. Él recuperó la escultura precolombina y prehispánica, su acento resultó universal porque también estaba influido por lo que veía en la Academia de San Carlos. Desde muy jovencito logró que le dieran un estudio personal para llevar su creatividad al máximo. Y entre los años 20 y los años 50 se dedicó al arte público, en el que se posicionó”.

Pese a la relevancia de sus obras, la figura de Ortiz Monasterio no cobró notoriedad en su momento debido a, en buena medida, su personalidad. “No estaba muy de acuerdo con el gobierno, quería hacer libros y no le gustaban las cosas por encargo. Le gustaba que lo dejaran proponer sus temas y sus propias formas de trabajar. Después de que hizo arte público tuvo la necesidad de recogerse en su estudio personal, tenía un taller y ahí trabajaba la obra de caballete, en donde hizo, por ejemplo, terracotas policromadas que resultaron bastante interesantes. Fue apreciado por ciertas personalidades artísticas extranjeras y nacionales, pero nunca terminó de integrarse, después se retiró para iniciar un camino hacia la abstracción”, cuenta la historiadora.

Tras su retiro, Ortiz Monasterio atravesó por una crisis de la que da cuenta en su autobiografía, El ropero de piedra, con prefacio de la historiadora; en el que el artista ofrece un autorretrato y muestra a un creador sin otro ánimo que mostrar una doble ruta, aquella que revela su proceso de creación y la que ahonda en el conocimiento de sí mismo.

“Es un artista que está ubicado en ciertos trabajos de investigación, pero no se le ha dado el lugar que merece. Él nunca le quiso entrar al juego del arte oficial”, dice Tolosa.

Ortiz Monasterio falleció en la Ciudad de México el 16 de febrero de 1990.

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