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Proveniente de Putla, Oaxaca, Zury González-Amaro es una joven madre que emigró a los 10 años. “En 1993 entramos a Estados Unidos. Mi papá estaba en Nueva Jersey, trabajaba como jornalero. Recuerdo que cuando era niña tomamos el autobús de Putla al Estado de México y de ahí un avión a Tijuana. El coyote nos cruzó de Tijuana a San Diego”, narra vía telefónica.

En el verano pasado se graduó en Administración de Negocios por el Mount Washington College. Estudió la carrera en línea “porque tengo un hijo, Tristán, de cuatro años y es a quien le dedico todo mi tiempo porque requiere cuidados especiales. Hubo una época en la que enfermó gravemente y los doctores no pudieron identificar el problema que tuvo. Tenía fiebres altas y corríamos al hospital; después dejó de caminar, tenía los pies hinchados y las rodillas. Nos dijeron que conforme el niño creciera los síntomas desaparecerían, pero no supimos qué pasó”.

Zury, de 34 años, explica que eligió Administración porque la otra opción que había cuando aplicó para la beca de la organización The Dream US, que era Ingeniería en Computación, no le atraía. “Fue una gran oportunidad porque cuando estaba en la preparatoria, los amigos hacían planes y yo sabía que no podría pagar una universidad, pero los maestros me alentaron”, relata.

Agrega que “fue difícil, una como mamá debe hacerse tiempo. Empezaba mis clases a las 11 de la noche y terminaba a las tres de la mañana, porque era cuando mi hijo dormía y yo podía concentrarme, uno tiene que hacer sacrificios. Muchas veces dije: ‘ya no lo hago’, pero no sólo era perder el dinero o la beca, sino también le fallaba a los donadores, a mi familia, a mi esposo y ellos me motivaron para seguir”.

De familia extensa, cuenta que “tengo varios tíos que son ciudadanos estadounidenses, gracias a la amnistía que otorgó Ronald Reagan. Llevo 23 años sin ver a mis primos con los que crecí en México. Gracias a que uno de mis tíos le sacó la visa a mi abuela pudimos verla. Ella murió en 2012”.

Sobre cómo fue el proceso de adaptación a un país desconocido, esta mujer de origen oaxaqueño confiesa que “fue un shock porque era un lenguaje completamente diferente, no sabía inglés, el clima también fue muy diferente. No tener a tus primos, a tu abuela que siempre estuvo ahí para ti, eso también fue un golpe duro”.

Ser beneficiaria de DACA “para mí fue poder respirar mejor. Sabía que me la iban a dar porque estoy aquí desde niña. Para mí significa que puedo conseguir un buen trabajo, una licencia de conducir. Antes mi esposo era el que me llevaba a todos lados porque era el único que podía manejar; logré ser un poco más independiente. Eso fue un regalo para los dreamers”.

Ante la advertencia del presidente Donald Trump de desaparecer esta Acción Diferida, González-Amaro señala que de hacerlo “afectaría a todos los dreamers, porque perdiendo eso nos cortan las alas, no vamos a poder seguir estudiando, no vamos a ayudar al país a seguir adelante. Nos afectaría a todos en todos los sentidos, en lo financiero y en lo educativo.

“Sé que soy de México, pero Estados Unidos es el país que conozco, es mi casa. Pregúnteme algo de este país, le digo todo, es nuestra casa. Estamos aquí para sacar las cosas adelante. No somos malos, somos estudiantes, tratamos de progresar”, afirma.

Durante la charla fue inevitable hablar del muro fronterizo al que tanto se ha referido Trump y asegura que “no creo que sea una solución, ese muro no va a hacer nada porque cuando están dispuestos a cruzar la gente lo hace. Creo que debe haber una mejor solución, el muro solo será una pérdida de dinero”. Tras casi una hora de conversación, esta joven mamá dreamer se despide, llegó la hora de ir al colegio por el pequeño Tristán.

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