El discurso electoral de Donald Trump colocó a México como principal blanco de sus ataques contra la inmigración indocumentada, la seguridad y el libre comercio, convirtiendo a su vecino en algo así como un chivo expiatorio, pero sobre todo concentrando tres ejes de su campaña paga ganar la elección. ¿Se trataba sólo de una estrategia mediática para ganar la candidatura del Partido Republicano (GOP) y luego la presidencia? Así inició la definición de sus políticas: rechazo a los que son diferentes, supremacía de los blancos, xenofobia y racismo respecto a los mexicanos y los latinos, que son la primera minoría en Estados Unidos; rechazo a la competencia y restablecimiento del neoproteccionismo; seguridad del otro lado de la frontera, desprecio a un vecino y aliado principal en cuyo territorio no pudo hacer negocios. Su pragmatismo y experiencia mediática le indicaban que los temas elegidos eran aquellos que podían estar en las preocupaciones cercanas o lejanas de sus posibles electores, blancos americanos, que no serían los de las grandes ciudades cosmopolitas, ni mayoritariamente jóvenes educados. Concentró en México los tres ejes de su política.

Trump como Hitler, una política para revivir grandeza y odios raciales.

Con su experiencia empresarial Trump definió como su clientela política a los estadounidenses blancos, rurales, de clase media-baja y con bajos niveles educativos, preocupados y ansiosos frente a los cambios, los que menos cercanía tenían con los indocumentados latinos o mexicanos y los veían como una amenaza a su empleo, descontentos con la mudanza de empresas a otros países. Su malestar se agudizó con la crisis de 2008-2009; se mantiene a pesar de que Estados Unidos se ha recuperado, como lo ha hecho el empleo. Los viejos, blancos y rurales se sentían relegados injustamente, sin perspectiva económica prometedora, víctimas del sistema y del establishment, en un país marcado por la brutal y creciente desigualdad; un país en el que las minorías raciales eran vistas como una amenaza y en el que Trump les dijo que los mexicanos indocumentados eran la peor amenaza, criminales, violadores, vinculados al narco… lo dijo, lo gritó, la repitió mil veces. En el fondo, la preocupación de que los blancos se sienten amenazados por las minorías cada vez más amplias y visibles. Trump, celebridad, solucionaría sus problemas con políticas como las que definió frente a México: la deportación, el muro en la frontera, los defendería de los “malos” de la “amenaza a su seguridad” y desde luego a su preeminencia que se esfumaba. Regresaría a las empresas, habría empleo.

Dijo lo que querían escuchar los blancos, recuperar la grandeza del país y su supremacía. En pocas palabras, Trump en campaña decía lo que los blancos estadounidenses, viejos y rurales, querían escuchar, lo que no se habían atrevido a decir en un país plural y cada vez más pluriétnico. “Dice lo que siento, grita como yo quisiera hacerlo, no es un político, habla con la verdad y nos entiende, no es parte del sistema corrupto, dice lo que piensa, que es lo que yo pienso…”

El discurso xenófobo y racista se impuso. Podían creer a Trump, no es parte del establishment, lo conocían, es celebridad y muy rico. Hablaba fuerte, era directo, duro, violento cuando debía. Convencidos, podrían alcanzar aquello a lo que aspiraban. “Make the United States great again”, (“Hacer a Estados Unidos grande nuevamente”) y recuperar la grandeza se identificaba con recuperar el país de los blancos.

Trump había encabezado durante años la campaña en contra del presidente negro, en contra de Barack Obama, había dicho miles de veces que éste era musulmán, no importa que no fuera cierto. Porque reiteraba con ello la supremacía blanca. Trump despertó a los demonios dormidos o silenciados de un país abierto al mundo. Cuando sus partidarios gritaban “build the wall, kill them all” (construya el muro, mátenlos a todos), Trump callaba y sonreía. Otra característica de la campaña fue la violencia verbal contra Hillary Clinton (“kill her”, decían) y contra los mexicanos. Esas frases, ¿acaso no van preparando la mente de muchos para el ejercicio de algún tipo de violencia, para la creciente discriminación?

Mexicanos: mayoría encontra de Trump, otros lo apoyaron. La mayor parte de los mexicanos de origen que votaron lo hicieron por Hillary, pero una minoría apoyó a Trump. A Magdalena Barrios, antropóloga mexicana, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), que ha estado en contacto varios años con poblaciones rurales de mexicanos en el estado de California, algunos mexicanos con derecho a voto la sorprendieron cuando le dijeron que votaron por Trump pensando que podía arreglar problemas. Unos decían que va a reducir los impuestos, que habría mas empleo. “Decían lo que les convenía para justificar que votarían por Trump, lo que ya no podían responder es cuando yo les decía pero va a deportar a tu mamá, ahí acababa la conversación”, dice Barrios.

Algunos mexicanos que tienen la ciudadanía estadounidense ven a los indocumentados como un problema; también creen que les quitan empleos. Otros son más solidarios pero viven como en dos mundos separados: los que ya son ciudadanos estadounidenses y los indocumentados, continúa Barrios. Coinciden con los blancos rurales y poco educados. “Es cierto que Hillary ganó ampliamente en California, pero he escuchado cosas que me sorprendieron: algunos que estuvieron en el ejército dicen que Clinton los había abandonado” afirma Barrios. En California viven y trabajan 3.5 millones de mexicanos indocumentados. En labores del campo se emplean muchos provenientes de Oaxaca, mixtecos, zapotecos, triquis.

Por otra parte, mexicanos que viven en la California rural y con ingresos apenas para lo necesario, afirman que ya no van a Santa María, o a Santa Bárbara o a St. Louis porque ha crecido el acoso y la discriminación, continúa Barrios. Con frecuencia iban a alguna cafetería o restaurante y ahora se pueden sentar pero ya nadie los atiende. “Ha crecido el rechazo, nos ven diferente, algo está cambiando”, dicen.

La campaña mediática de Trump. El magnate utilizó los tuits y las redes como su principal instrumento de propaganda, decía que eso era mas “efectivo que el New York Times y sin pérdidas”, más rápido y directo. Realizó una campaña mediática publicitaria que le permitió con frases sencillas, sin explicaciones, apelando al enojo y el odio, conectar, alentar y acrecentar el descontento de su clientela, a través de frases sensacionalistas, rompiendo las formas y transgrediendo límites, siendo atrevido, polémico, escandaloso. Decía lo que pensaba, no importaba que fuera cierto o falso. Los tuits fueron su vehículo. Trump era creíble porque decía lo que pensaba sin importarle insultar, ofender, victimizar. Es violento, enfrenta a quien lo contradice, lo insulta, sus enemigos eran aquellos que lo criticaban o buscaban los hechos frente a las falsedades. Rey del bullying político, de frases a medias para alentar odios y violencia verbal o incluso física. Durante la campaña, lo que decía se volvía noticia, la prensa le daba espacios y recogían sus dichos los periódicos, la radio, la televisión. Pudo hacer así una campaña barata. En una segunda etapa se inició la verificación de hechos por parte de la prensa escrita, lo que detonó una pelea permanente con la prensa. En un ensayo Leon Trotsky se refería a que Hitler se impuso sobre otros dirigentes porque era el que más gritaba y pegaba más fuerte en la mesa. Toda proporción guardada, Trump hizo algo similar.

En su artículo La política como entretenimiento, Sergio Muñoz Bata, quien estudió filosofía, cinematografía y literatura, y articulista del diario El Tiempo de Colombia afirma que en ningún lugar en el mundo la política y el showbusiness se entrelazan y se confunden como en Estados Unidos… Ningún político abusa del espectáculo como Donald Trump. Desde su campaña hasta ahora “el espectáculo ha primado sobre el contenido.”

Trump dice que no pertenece al Alt-Right (Derecha Alternativa), un movimiento político vinculado con grupos racistas, entre ellos el Ku Klux Klan, y los neonazis, aunque en una celebración de la victoria electoral de Trump hubo proclamas supremacistas y un saludo de “Hail Trump”. El gabinete del presidente incluye a destacados y activos antiinmigrantes muy cercanos a Trump. Entre ellos destaca Jeff Sessions, designado fiscal general.

China y México, el proteccionismo resurge. En materia de comercio internacional para Trump sus dos principales enemigos son México (por el comercio deficitario para Estados Unidos) y China (por la amplitud de su comercio, su mano de obra y desde luego por ser la segunda economía del mundo) país con el que había hecho negocios como empresario. Dijo aplicaría aranceles del 35 y 45%, respectivamente, a los productos de esos dos países y que regresaría a las empresas que se habían ido, aplicaría sanciones o incentivos para recuperar los empleos que “se habían llevado”, los recursos que deberían estar en Estados Unidos. Levantó alto la bandera del proteccionismo. Comercio sí, pero siempre EU tendría que ganar. El TLCAN lo considera inaceptable, buscará una gran reforma a favor de los intereses de Estados Unidos o su anulación, a pesar de la cantidad de empresas involucradas de EU y de México, y de los millones de empleos que se destruirían a ambos lados de la frontera. Sin el TLCAN, Estados Unidos perdería 5 millones de empleos, las repercusiones del neoproteccionismo de Trump serían mundiales. Desde antes de ocupar la presidencia Donald Trump, la crisis con China ya comenzó. Sigue México y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), frente al que todavía hay quienes piensan que puede haber margen de negociación.

La campaña publicitaria que ganó la presidencia. Trump aplicó tres experiencias: la mediática —al ser una celebridad en la televisión podía usar esa ventaja que tenía sobre todos sus competidores políticos, además era millonario y se decía exitoso en los negocios—. Usó la publicidad a través de los tuits, donde no tenía que probar que lo dicho fuera verdad, dejando en una zona oscura la falta de conocimiento y experiencia en la política, el respeto a las instituciones que denigró de manera insistente y el reconocimiento de los límites. El candidato y ahora presidente puede decir cualquier cosa a través de Twitter. Al mismo tiempo, fortaleció su agresividad para responder cualquier desacuerdo o crítica.

Decenas de miles acudían a los mítines de Trump en campaña y a sus mítines de celebración del triunfo electoral. La violencia verbal no cesa.

El triunfo de Trump abre una nueva era política y económica en Estados Unidos que trastocará relaciones internacionales y económicas, con graves turbulencias.

Habrá un retroceso importante de la sociedad plural en Estados Unidos y con el cambio demográfico, las tensiones aumentarán porque difícilmente se detendrá el crecimiento de las minorías. En 2060 los blancos serán minoría en Estados Unidos, lo que avanza con mayor rapidez en estados como California, Texas, Florida e Illinois. Los mexicanos en Estados Unidos enfrentarán mayores problemas de discriminación por el creciente clima antimexicano, violación de derechos humanos, deportaciones, más crímenes de odio, incertidumbres en el futuro y cierre de caminos para minorías étnicas y jóvenes. Se fortalecerán los grupos racistas armados que persiguen indocumentados, incluso los armados, y habrá un previsible aumento de los crímenes de odio. Los mexicanos y la población de origen mexicano, aun siendo ciudadanos estadounidenses, sufrirán el racismo y la discriminación. Se verán seriamente afectadas las 14 ciudades hermanas a lo largo de la frontera con el muro que se pretende construir.

La relación de México con Estados Unidos atravesará grandes dificultades. México ha sido el chivo expiatorio de las políticas de Trump.

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