El gobierno de México afirmó apenas hace un par de semanas que no respondería a los mensajes tuiteros de Trump. Que al contrario de los mensajes del mandatario estadounidense, el gobierno mexicano mantendría el tono sobrio y formal de los canales diplomáticos. Sin embargo, ante uno de los más recientes tuits de Trump exigiendo reforzar la política migratoria mexicana como condición para avanzar en las negociaciones comerciales del TLCAN, el canciller Luís Videgaray, respondió a través de la misma red social calificando de inaceptable un ajuste a la política migratoria mexicana y como un mensaje que atenta contra la soberanía nacional.

El tuit de Trump pareció más un berrinche mañanero que una estrategia de política binacional respecto a México. Una reacción al ver su programa favorito “Fox y sus amigos” que mostraba lo que el mismo programa calificó de inminente llegada de migrantes centroamericanos a su frontera, lo que Trump aprovechó para a través del tuit del día, mandar un guiño a sus fieles seguidores. Pero el mensaje no era tan relevante –o por lo menos no estratégico– que más tarde el presidente Trump se olvidó de el y se enfrascó en los arreglos de lo que sería la visita del presidente francés a Washington y la discusión sobre la posible reunión que tendrá con el presidente de Corea del Norte, que acaparó todas las notas peridositicas.

La pregunta entonces es porqué el canciller mexicano respondió a un exabrupto tuitero cuando la noticia en primeras planas en México era el debate de los candidatos presidenciales. Tal parece que la respuesta a nivel de redes sociales buscaba más atraer los reflectores hacia el canciller que enviar un mensaje formal a la Casa Blanca. Restarle tal vez un poco de atención a quién ganó y sobre todo, quién se percibe que pasó a tercer lugar luego del encuentro de los presidenciables.

Hay varios frentes en la relación de México con Estados Unidos que se están discutiendo en este momento y prácticamente al mismo tiempo. Por un lado, la que algunos consideran la etapa más avanzada de la negociación del TLCAN que podría llegar a su fin en breve. Por otro lado, el fallo que hizo el juez de distrito John D. Bates de Washington (republicano), contra la decisión de dar por concluido DACA (el programa de Acción Diferida para los llegados en la infancia). Esta resolución modifica, por lo menos temporalmente, las intenciones de Trump de avanzar en un marco legal más rígido hacia los extranjeros sin documentos en su país.

En México hay serias dudas sobre como manejar la relación con el Sr. Trump que parece ir en un sentido contrario a lo que cada grupo de negociadores (de su país y mexicanos) plantea. No se le puede ignorar obviamente, pero lo que no se puede hacer es caer en el mismo juego simplón de buscar la aprobación fácil que da un mensaje sin destinatario como ocurre en el mundo de las redes sociales. Tampoco se puede apelar a la defensa de la nación cada vez que nos dedique un tuit o hacer un llamado a poner la dignidad del país por encima de diferencias cuando estamos en periodo electoral que justamente exacerba las diferencias. Esto puede resultar una vez, pero es imposible de sostener como estrategia gubernamental, sobre todo cuando el que amenaza escribe el tuit, lo avienta al ciber espacio y luego sale corriendo sin voltear a ver si dejó alguna ventana rota.

Instituto Mora/Red de migrantólogos

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