Jorge Cuesta escribió en EL UNIVERSAL, en 1934, que “la acción política debe ser admirable, para no ser despreciable”. Leí sus artículos y me asombré de su actualidad. ¿Y tú, votaste?

El crimen actual contra los candidatos públicos, tan ostentoso y cínico, es consecuencia de décadas de impunidad y gobiernos malos y mediocres; pero también la sociedad está en declive

Son, todos los actores del teatro pueblo, una lacra, materia que debe correr por los albañales, miseria que los humanos lanzan a las calles y al espacio público como si fueran diamantes

Los políticos mismos no tendrían que dedicarse de tiempo completo a la política porque nos perjudican, se transforman en monstruos alejados de las poblaciones comunes

Los vagones en sí son ataúdes, carne atada a preguntas que jamás se hicieron, obreros de la ciudad amordazada y medrosa; cadáveres que aplauden un desfile de utopías

La gente sobria regularmente es mala, pasa demasiado tiempo consigo misma, es oscura y perversa, envidia la pasajera felicidad del otro, puesto que prefiere su constante amargura y la acidez del alma

Desde el comienzo de la pandemia escribí en esta columna que la docilidad, amansamiento civil y la ausencia de afirmación individual resultaban más escandalosos que la tragedia sanitaria

Los partidos carecen de ideología, son empresas que andan a la búsqueda de clientes, denigran al árbitro electoral como estrategia para ejercer presión