Por primera vez el pasado 10 de marzo conmemoramos el Día Internacional de las Mujeres Juezas establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Como sabemos, la presencia de mujeres en altas posiciones de la Judicatura es minoritaria alrededor del mundo, aun cuando en los últimos años esta situación ha empezado a cambiar y cada vez vemos más mujeres que imprimen el sello de su liderazgo.

Desde mi punto de vista, las mujeres debemos ejercer un liderazgo con características propias en tres dimensiones: la institucional, la jurisprudencial y la personal.

En primer lugar, considero que el liderazgo institucional debe ser cooperativo; es decir construir los proyectos igualitarios a partir de la colaboración en comunidad con otras mujeres, ya que entre nosotras debemos asumir, en primera instancia, la responsabilidad de consolidar la paridad. Por esta razón es que en los últimos años he intentado construir redes con mujeres comprometidas con la igualdad de género en el país y en el extranjero.

Sobre este punto, pienso en el ejemplo de juezas como la emblemática Lady Hale, presidenta de la Corte Suprema del Reino Unido desde 2017 hasta su retiro en 2019, quien gustaba de reunir personas y generar condiciones para que otras mujeres fueran empoderadas, creando nuevas “escaleras” para que pudieran ascender a la cima del poder judicial. En otras palabras, nuestro liderazgo debe servir para apoyar y alentar a otras juezas y abogadas, particularmente a las más jóvenes.

En segundo lugar, el liderazgo jurisprudencial de las mujeres debe traducirse en sentencias con perspectiva de género. Las juezas tenemos la obligación de escuchar a las mujeres y relatar con sensibilidad y objetividad sus historias a través de nuestras sentencias, entender su realidad y sus experiencias de vida. Además, debemos ser juezas que cuestionemos las relaciones de poder existentes entre los géneros y la neutralidad del Derecho, explorando nuevos abordajes, haciendo nuevas preguntas, presentando nuevas temáticas o cambiando el foco tradicional de discusión. Solo así, nuestros fallos servirán para combatir la desigualdad estructural entre hombres y mujeres.

Nuestro objetivo principal en esta dimensión es interpretar el Derecho en una dirección igualitaria, a través de nuestras capacidades técnicas reflejadas en las ponencias que presentamos y por medio de nuestras capacidades persuasivas en los debates judiciales en que participamos. Ejemplo de ello son asuntos en los que propuse abordar con perspectiva de género problemáticas tales como la declaración de una víctima de violencia dentro de un proceso laboral, el despido injustificado por motivo de embarazo, la valoración de pruebas sobre violencia sexual cometida en contra de niños y niñas, y la prioridad del acceso al servicio de estancias infantiles para madres víctimas de violencia intrafamiliar.

Finalmente, desde una dimensión personal, considero que las mujeres no debemos negar o dejar de lado nuestras ambiciones profesionales, sino al contrario, sentirnos orgullosas de perseguirlas. Durante mucho tiempo, particularmente debido a la cultura patriarcal, se ha visto con recelo que las mujeres luchemos por lograr nuestras metas profesionales bajo el estereotipo de que nuestro único papel en la vida es ser madres o cuidadoras. Gracias a las luchas de mujeres y a su presencia en posiciones de poder, este estereotipo va quedando atrás.

En la búsqueda de estas metas debemos apostar nuestros mejores talentos y actuar con sororidad, construyendo peldaños, ensanchando caminos para otras mujeres y, desde las judicaturas, aportar en la construcción de precedentes que contribuyan a la igualdad sustantiva de mujeres, niñas y adolescentes. Son estos mis ideales y objetivos a seguir.

Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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