De los aproximadamente 194 Estados existentes, tres han sido los mas importantes para México: España, el Vaticano y Estados Unidos. De esos tres el mas significativo es España, pues sin ella no se explicaría la existencia misma de nuestro país. No obstante, los nexos históricos con la madre patria han sido muy turbulentos.

Se iniciaron con una violenta conquista, en la que varias naciones originarias se aliaron a los españoles contra los aztecas. Tras tres siglos de dominio colonial en los que se forjó la identidad mexicana, los estrechos nexos terminaron con una sangrienta lucha independentista de 11 años, que fue seguida de 15 años de incomunicación. Como la emancipación no fue reconocida por el inepto Fernando VII, las relaciones diplomáticas solo se establecieron hasta 1836 cuando, durante el reinado de su hija Isabel II, se firmó el tratado de paz y amistad que puso fin a las desavenencias entre “dos pueblos hermanos.”

Sin embargo, el rencuentro no duró mucho: en 1861 el presidente Juarez declaró persona non grata al embajador español por involucrarse en las Guerra de Reforma respaldando a los conservadores. Durante la intervención francesa (1861-1867) las monarquías europeas, incluyendo la española, reconocieron al imperio de Maximiliano de Habsburgo, pero al ser derrotado el Segundo Imperio en 1867, el triunfante Juarez rompió las relaciones con ellas, suspendiéndose nuevamente los vínculos con Madrid hasta la nueva reanudación ocurrida en 1871.

Ya en el siglo XX, en 1913 el presidente Carranza expulsó al embajador español por ser participe del complot orquestado por el embajador de Estados Unidos para deponer a Madero y apoyar a Huerta. Los lazos oficiales se reanudaron hasta 1926, forjándose posteriormente una muy estrecha relación entre los gobiernos de Lázaro Cárdenas (1834-1940) y el de la republica española de Miguel Azaña (1936-1939) que se tradujo en una decidida defensa de dicha republica durante la guerra civil española. Por ende, cuando fue derrotada en 1939, México nunca reconoció al régimen dictatorial de Francisco Franco y mantuvo relaciones diplomáticas con el gobierno republicano en el exilio creado en la Ciudad de México en 1945.

Aunque la nueva incomunicación se prolongó por 38 años, persistieron los conflictos. En 1975 el presidente Luis Echeverría, en un gesto populista con objetivos de política domestica, condenó el fusilamiento de 5 vascos acusados por el gobierno de Franco de terroristas, cerró la oficina comercial de España en México, la de la agencia noticiosa EFE, suspendió los vuelos con la península ibérica, y solicitó que el Consejo de Seguridad de la ONU discutiera dicha sentencia, enturbiándose aun mas las inexistentes relaciones oficiales.

Tras el fallecimiento de Franco y la restauración de la democracia, el presidente López Portillo volvió a normalizar las relaciones diplomáticas en 1977, forjándose desde entonces una de las mejores épocas de los atribulados vínculos, durante la cual España se ha convertido en uno de nuestros socios prioritarios. Carlos Fuentes decía que nuestra relación con España es como la relación con nosotros mismos: conflictiva. Si bien en los últimos 43 años se ha venido desarrollando el mejor acercamiento y entendimiento tenido desde la separación de 1821, aun persiste la dañina tendencia de sacar provecho político de las heridas del pasado que nos conflictúan con nosotros mismos y con España.

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