La excelente mini serie de HBO sobre la tragedia de Chernóbil de 1986, patentiza que su principal causa fue la mentira, el engaño y la manipulación oficiales. Como se ocultaron fallas en la seguridad del reactor 4 de la central nuclear, y a toda costa se protegieron la imagen del gobierno y las posiciones de los políticos involucrados, el número de afectados fue enorme. Aunque también se ocultaron esos datos, investigaciones independientes estiman que pudieron morir 60,000 personas, y otras 150 mil padecieron cáncer. Ello ocurre cuando las conveniencias personales, políticas e ideológicas se anteponen a la realidad, a la ciencia o al sentido común.

Desgraciadamente, continuaron registrándose muchos casos similares, puesto que para gobernantes –de derecha o de izquierda- la manipulación de la verdad y el engaño siempre son útiles para afianzar su poder. Por ejemplo: la dictadura cubana, para justificar su represión, ineptitud y fracaso, achaca todos los males de la isla al embargo estadounidense. Los venezolanos que se dejaron seducir con el paraíso socialista ofrecido por Chávez, hoy viven en la miseria, el hambre y la represión. Para legitimar la invasión de Irak, Bush hijo mintió sobre la existencia de armas de destrucción masiva en ese país. Putin ha simulado la democracia para mantenerse en el poder más de 20 años. El nuevo Sultán de Turquía invento un golpe de Estado en su contra para reprimir y encarcelar a sus opositores. Trump, a pesar de las evidencias, niega la injerencia rusa en las elecciones que le dieron el triunfo, y el chantaje que hizo al presidente de Ucrania, etc. Actualmente, la verdadera magnitud y origen de la pandemia del nuevo corona virus, no han sido debidamente reveladas por el muy hermético gobierno chino. Aunque algunos periodistas han insinuado la posible fuga accidental del agente patógeno del Instituto de Virología de Wuhan –que está cerca del mercado donde se inició el brote pandémico y se experimenta con armas biológicas- Pekín, al igual que en Chernóbil, se antepone el interés de los políticos, del partido y del Estado, a la verdad.

Obviamente, México no es ajeno al funesto fenómeno. La riqueza petrolera con la que López Portillo nos ofreció salir del subdesarrollo, nos hundió en el agujero de la deuda externa. En el sexenio de Salinas se nos prometió el ingreso al primer mundo con el TLCAN, pero ingresamos a la peor cris económica de los últimos años. La pregonada transición democrática de Fox, nos dejó igual que antes. La lucha contra las drogas de Calderón, como lo demuestra la detención en EU de Genaro García Luna, más bien fue colaboración con el narco. Peña Nieto nos vendió el “mexican moment”, que acabó siendo el “mexican disaster” de la corrupción. Actualmente se nos ofrecen nuevos ensueños políticos: cuartas transformaciones que todo destruyen; rescate de Pemex que hunde las finanzas públicas; besos y abrazos que incitan a más violencia y criminalidad; crecimiento económico de “0” que nos hace felices, felices; rifa de un avión que no se rifa; muy activa política exterior que no existe; conservadores (¿Lucas Alamán, Zuluoga, Santa Anna?) que promueven las protestas contra el feminicidio; críticas a gobiernos anteriores por sus gastos faraónicos, cuando se distraen recursos faraónicos para programas sociales-clientelares, Dos Bocas, Aeropuerto de Santa Lucía, Tren Maya, etc.

La mentira, simulación, engaño y manipulación son causantes del repudio a los políticos tradicionales, que abrió las puertas a los gobernantes populistas contemporáneos. Sin embargo, éstos hacen lo mismo que los anteriores, pero con mayor impudicia y desparpajo.

Internacionalista, embajador de carrera y académico.

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