Los eventos acontecidos en Ecuador nos muestran la pérdida del liderazgo que otrora ostentábamos, que nos lleva a discutir si en verdad alguna vez lo tuvimos. Los hechos hay que apreciarlos desde tres vertientes; la primera en el plano global, la segunda las posiciones partidistas y la tercera las manifestaciones en redes sociales.

Desde el punto de vista de la región se dio un rechazo, prácticamente todo el continente sumados a los organismos multilaterales dejaron en claro que el allanamiento a la embajada había sido un oprobio a los estatutos internacionales. Si bien existió injerencia discursiva de López Obrador en temas que solo competen a los ecuatorianos, eso no respalda acudir a la justicia de propia mano y atracar la sede azteca.

El trato entre países tiene una base semejante al derecho común, hay reglas, acuerdos e instituciones que regulan la sana convivencia, sobre todo en aquellas zonas en donde por razones geopolíticas se pudieren dar desencuentros. Sudamérica es una de ellas, las tensiones permanentes entre las repúblicas chilena, argentina y brasileña son históricas, de ahí que su presencia militar es importante. México por su ubicación no irradia en esta materia, nuestro vecino del norte es el gigante dominante del orbe y los del sur no representan una amenaza a la soberanía, bajo este contexto es que no se acude al empleo de las armas sino a las instancias multinacionales para dirimir conflictos. Ecuador actuó sin pensarlo. El presidente Noboa hizo notoria su inexperiencia, al ser nacido en Miami, no midió los efectos, teniendo expeditas vías para reclamar, optó por el empleo de la brutalidad con las graves consecuencias: El señalamiento mundial, el nervosismo del capital, si no respeta una legación mucho menos una inversión, finalmente la ausencia del arte de la diplomacia en cuestiones que no tienen que escalar.

Los pronunciamientos domésticos fueron lo adecuados, las fuerzas cerraron filas en torno a la respuesta que resultó en la ruptura de relaciones, incluso el reconocido periodista Carlos Loret en su cuenta X dejó constancia de su respaldo a las acciones tomadas desde Palacio.

En redes es diferente, muchos disculparon el asalto bajo el argumento de que era una ‘lección’ al morenista por su desaseada diatriba hacia sus pares de derecha, otros, calificaron de buena medida para ponerlo en paz y unos más sostienen que por fin hubo quien le plantara un ‘hasta aquí’ a su protagonismo.

No podemos evitar, no es la intención, la diversidad ideología, nos enriquece. Toda democracia es poderosa en la proporción en que se confronten opiniones, se eleven voces, se discuta, no obstante hay valores superiores, la República quizá sea el de mayor peso, sin embargo, en este caso la discordia nos separa ante el extraño enemigo y nos vuelve vulnerables.

No se trata de Andrés Manuel, ya se va, es sobre la conciencia que a través de actos específicos nos cohesiona. Ecuador nos faltó porque sabe que no tenemos la capacidad de actuación material y que la nuestra se reduce a lo jurídico, en la que pasarán años para una condena.

No se busca generar una fingida lealtad, sino la unificación de cara a agresiones que agravian a todos. Es normal tener discrepancias, pero ante una arremetida el ideal es hacer un solo frente. Estamos obligados a fortalecer la identidad nacional desde el aula, el civismo de antaño desapareció ahora solo queda la inmediatez de plataformas digitales cuyo origen es el anonimato.

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