En un hogar latino de Estados Unidos, hablar de Goya no es hacerlo de un pintor del siglo XVIII español: es hacer referencia a la mitad de la alacena, al producto esencial de cualquier comida, la herencia cultural en la papila gustativa, el orgullo del sabor y sazón propio.

En un hogar latino de Estados Unidos, Goya no es pintura: es gastronomía.

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Robert “Bob” Unanue tiene un ligero deje latino en su acento puramente anglosajón, y un sentido nefasto del impacto que sus palabras pueden tener en su negocio, que fabrica, empaca y distribuye más de 2 mil 500 productos alimenticios desde España, el Caribe, México, Centroamérica y Sudamérica.

El pasado jueves, el hombre que preside la que dice ser la empresa alimenticia propiedad de hispanos más grande de Estados Unidos decidió que, en este momento histórico, lo mejor que podía hacer era halagar a Donald Trump desde la Casa Blanca: “Estamos verdaderamente bendecidos […] por tener un líder como el presidente Trump”.

Era ingenuo pensar que unas declaraciones así, alabando a un presidente de Estados Unidos que ha usado (atacado, despreciado, insultado) a la población latina para su beneficio político y el avance de su ideología supremacista, no iban a tener consecuencias.

Los llamados al boicot se multiplicaron por las redes sociales; Unanue, lejos de matizar sus comentarios, denunció que se estaba intentando “suprimir” su libertad de expresión, y que no iba a “pedir perdón”.

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Julián Castro, ex aspirante presidencial demócrata: “Goya ha sido esencial para muchos hogares latinos durante generaciones. Ahora su director ejecutivo, Bob Unanue, está elogiando a un presidente que ataca maliciosamente a latinos para su beneficio político. Los estadounidenses deberían pensárselo dos veces antes de comprar sus productos”.

Lin-Manuel Miranda, creador del musical “Hamilton”: “Hemos aprendido a hacer pan durante esta pandemia, podemos aprender a hacer nuestro propio adobo con pimienta. Adiós”.

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Adobo (con Pimienta) Goya.

Ingredientes: Sal, ajo, fosfato tricálcico (agente antiapelmazante, pimienta negra, orégano, cúrcuma.

Adobo (receta compartida en Twitter por Alexandria Ocasio-Cortez)

Ingredientes: 4 sal, 1 paprika, 1 apio en polvo, 2 ajo en polvo, .5 jengibre, 1 chile en polvo.

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Recordaba la periodista María Hinojosa en el episodio de esta semana de ‘In the Thick’ (un podcast de política desde la perspectiva de “personas de color”) que el mayor y más impactante boicot alimentario de la historia reciente de Estados Unidos lo encabezaron los latinos, con César Chávez y Dolores Huerta a la cabeza: aunque fue iniciada por temporeros filipinos, la ‘Huelga de la Uva’ tuvo impacto cuando Chávez y Huerta se pusieron al frente, haciendo que millones de estadounidenses dejaran de comer uvas durante años y consiguiendo, tras más de un lustro de lucha, contratos y condiciones adecuadas para los trabajadores agrícolas.

Comparar ambos momentos es un poco atrevido, especialmente cuando parece que el clamor por el boicot a Goya (ya sea en forma de #BoycottGoya o de #Goyaway) está más instalado en una élite progresista politizada que en el consumidor de a pie, el que reconoce su paladar en el logotipo de fondo azul con borde amarillo y letras blancas mayúsculas (G-O-Y-A).

Estados Unidos está en un estado de crispación en el que se politiza igual una mascarilla que una lata de frijoles. La falta de liderazgo real, la división polarizada extrema, es el día a día de la clase política y, de rebote, de una opinión pública que permite que se le escondan bajo esos debates las verdaderas crisis que vive, cada vez más galopantes, cada vez más agonizantes, cada vez más irreparables.

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Ted Cruz, senador ultraconservador por Texas: “La izquierda está tratando de cancelar la cultura hispana y silenciar la libertad de expresión”.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos: “Amo Goya”.

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Igual que el bando progresista está lanzado a llevar el caso Goya a una lucha ideológica, el bando conservador hace lo propio y aprovecha la situación para el debate político. La Casa Blanca lo toma como una parte de su estrategia para seducir al votante latino; otros republicanos, como ejemplo de la “locura” de los progresistas, una prueba más de una supuesta obsesión por la “cultura de la cancelación”, el fenómeno(como describía hace unos meses Osita Nwanevu en The New Republic) de ser criticado por mucha gente por haber dicho algo considerado ofensivo, algo así como un acto de ataque y vergüenza grupal especialmente radicada en las redes sociales, y que esta semana volvió a la palestra por una carta de intelectuales de izquierdas que criticaban la supuesta presión social hacia un pensamiento ideológico único en el progresismo.

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La polémica de Bob Unanue se desató desde el Jardín de la Rosaleda de la Casa Blanca. Un día antes, en el mismo lugar y casi a la misma hora, Andrés Manuel López Obrador alababa a Donald Trump, agradeciéndole “por ser cada vez más respetuoso con nuestros paisanos mexicanos” y por no haber “buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía”.

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