Hace algunos años, cerca del inicio de la presente administración, mientras participaba en un programa de opinión los lunes, uno de los participantes, no recuerdo si se trató de Héctor Aguilar Camín o de Jorge Castañeda, señaló que este sería un sexenio de ocurrencias. Las primeras evidencias ya estaban ahí, como la ocurrencia —que seguimos pagando cada vez que cubrimos la TUA— de la cancelación del que hubiera sido el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco. Otro de los participantes respondió que qué habría de malo en las ocurrencias, quizás eso era lo que el país necesitaba dado el sexenio de corrupción del que veníamos.

Hoy ya tenemos más claridad de cómo se ven esas ocurrencias. Por supuesto que la cancelación del mencionado aeropuerto fue solo una pequeña muestra de cómo en esta administración se está dispuesto a tirar el dinero con tal de satisfacer un capricho presidencial.

Otra ocurrencia que le saldrá carísima a los mexicanos será la refinería de Dos Bocas. ¿Recuerdan que el límite presupuestal que el propio presidente determinó para la invitación a potenciales constructores era de ocho mil millones de dólares? Bueno, ya vamos arriba de 18 mil millones, más los que se acumulen en el camino. El costo de la refinería representa 57% del valor total más reciente del PIB de Tabasco. Necesitamos contexto para entender el despilfarro. Independientemente de si logra refinar un solo barril de petróleo, el sobre costo ya debería de tener a todos los mexicanos preocupados por el tiradero de dinero. Pero las ocurrencias son tantas que la atención se disipa.

Otra ocurrencia es la operación de compra de las plantas de Iberdrola que le costará al país seis mil millones de dólares, más intereses porque se adquirirá a través de deuda, sin aportar absolutamente nada —ni un vatio dirían por ahí— a la capacidad de generación instalada. Además, invertirán en la operación las afores, ¿qué mejor inversionista institucional para meterle recursos a esta transacción que los trabajadores?

Las ocurrencias de la semana pasada son muchas, pero tienen como común denominador el desaseo legislativo y el desdén por el análisis. Desde luego, también comparten otro factor originario: el deseo de satisfacer la voluntad del líder, cualquiera que esta sea. No importa el intelecto propio, la capacidad analítica, el interés por el país. Lo que importa es quedar bien, a como dé lugar, con el inquilino de Palacio.

En días recientes se aprobaron en el Congreso más de 20 reformas a diversas leyes que ni siquiera fueron leídas. Se legisló a la mala, sobre las rodillas, para satisfacer las ocurrencias presidenciales. Se equivocan quienes dicen que es la voluntad de las mayorías. No, en realidad están satisfaciendo los intereses de la ultra minoría de este país, los intereses de una sola persona que cada día muestra con más claridad y transparencia su deseo de poder sin límites. La búsqueda del poder por el poder, del poder sin restricciones, del poder sin transparencia, del poder de uno, no termina bien nunca. Este caso no será la excepción.

No pequemos de inocentes pensando que las ocurrencias son al vapor. No lo son. Las ocurrencias están enmarcadas en esa búsqueda delirante de poder. La oposición —dentro y fuera de las trincheras— está quedando a deber. El debilitamiento de las instituciones no es casualidad. En un par de años ya no reconoceremos el país. Y no será para bien.

@ValeriaMoy