Estamos a solo unos días de terminar el año y a pesar de que no tenemos aún los datos definitivos de cómo le fue al país en materia económica, ya tenemos la suficiente información para saber que fue un año mejor de lo que se anticipaba al inicio de este. Las expectativas de crecimiento de algunas instituciones al comenzar 2022 se encontraban alrededor de 2%, quizás con la excepción de Hacienda que estimaba que este año la economía mexicana crecería 4.1%. No se logrará ese 4.1%, como era de esperarse, pero sí se espera que la producción del país crezca cerca de 3% durante este año.

No cabe duda de que todo es relativo. Es crecimiento, en comparación con las expectativas previas de crecimiento, suena a un dato muy positivo, pero el contexto es necesario. El PIB real al cierre de 2018 fue 18,544,198 millones de pesos. En caso de que el PIB cierre este año con un crecimiento real de 3% apenas estaríamos alcanzado una producción similar a la que tuvimos hace cuatro años. Claro, la respuesta inmediata será que todo se debió a que una pandemia se cruzó en la senda de crecimiento de la economía mexicana, pero esto obviaría que, en realidad en 2019, sin pandemia, la economía mexicana se contrajo ligeramente y que México, además, fue una de las economías que más tardó en recuperarse de la caída económica de 2020.

La producción en términos per cápita todavía tomará años en recuperarse, quizás hacia finales de la década lograremos regresar a los niveles de PIB per cápita que se tenían al inicio de esta administración.

Uno de los temas que más atención atrajo este año fue el de nearshoring. No tengo ninguna duda del potencial que tiene el país para atraer inversión que hoy se encuentra en otros lugares del mundo, pero me parece que hay que ser (siempre) cuidadosos con las expectativas. Justo esta semana un estudio breve de BBVA muestra que la inversión que ha salido de China para aprovechar las ventajas comparativas de otros países se ha quedado en su mayoría en Asia, particularmente en Vietnam, Taiwán o Singapur.

Esto no quiere decir que la oportunidad no exista. El momento es, sin duda, favorable para México, pero las oportunidades son ventanas que se cierran muy rápido. Si México no proporciona un entorno de inversión amigable, respetando el Estado de derecho, con reglas claras y facilidades más allá del ámbito fiscal, serán otros países los que resultarán beneficiados. Además, el lugar —país, estado o ciudad— que quiera competir para atraer esa inversión y los empleos asociados tendrá que garantizar el suministro de energía confiable y sostenido en el corto y en el mediano plazo. Sin energía no habrá nearshoring ni allyshoring ni friendshoring del cual beneficiarse.

@ValeriaMoy

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