Y cumplió. Nancy Pelosi , la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos visitó Taiwán pese a las advertencias chinas para que no lo hiciera. La escalada en las tensiones no se hizo esperar y desde antes de la visita hemos visto cómo China rodea Taiwán con maniobras militares que muchos interpretan como el antecedente de una próxima invasión.

China considera a Taiwán parte de su territorio, al cual busca reintegrar. Taiwán para China representa, al menos tres problemas. Uno geoestratégico y otro económico. Taiwan es una complicación para que China pueda continuar su expansión al sur y dominar las rutas comerciales en el Indo-Pacífico. A eso se suman las enormes reservas de petróleo y gas sin explotar que ahí se encuentran y que cobran mayor relevancia en momentos en que la guerra en Ucrania han puesto en jaque al mundo por la escasez de energéticos. En este sentido, la visita de Pelosi también habría servido para recordarle a China que su apoyo a Putin y Rusia tiene consecuencias.

El tercero es puramente ideológico. La rebelde Taiwán, con su sistema democrático, libertades políticas y económicas, su apertura al mundo y su desarrollo económico que supera con creces al chino, pone en entredicho el funcionamiento de la dictadura de partido China, cuya narrativa, incluso de exportación, pretende vender la idea de que su sistema es mucho más efectivo para sacar a una población de la pobreza y mantener niveles de crecimiento económico elevados en un régimen represivo y autoritario.

En los días previos a la visita China amenazó con que habría graves consecuencias asegurando que la visita era una provocación directa por tratarse de una alta funcionaria del gobierno estadounidense llegando en un avión oficial del gobierno y escoltado por militares. Sin embargo, la visita se dio sin mayores incidentes. Una preocupación muy grande era que la fuerza aérea china impidiera el aterrizaje del avión de Pelosi lo cual habría representado una confrontación directa con Estados Unidos.

Para Xi la opción de confrontar directamente a Estados Unidos lo hubiera puesto en una situación muy grave que, por lo visto no desea en estos momentos. Esto, en términos de evitar un nuevo conflicto bélico en aquella parte del mundo es positivo. Si embargo, la visita representa una humillación para Xi Jingping y para la narrativa de su partido y del régimen chino.

Dejar pasar la humillación difícilmente será una opción viable. En ese contexto se entiende la respuesta el Ejército Popular de Liberación que, como mencionaba, inició ejercicios militares que rodean la isla y generan un bloqueo de facto, en el momento de la partida de Pelosi. Parte de esos ejercicios responderían a los movimientos hechos por Estados Unidos al este de Taiwán en días previos a la visita.

Asimismo, China ha iniciado una serie de sanciones económicas contra empresas taiwanesas que pondrán en aprietos la economía de la isla y de paso, también podría golpear indirectamente a sus aliados occidentales que dependen de la manufactura taiwanesa para la producción de un sinfín de productos tecnológicos.

No podemos perder de vista que esta visita y la escalada de tensiones en la isla se enmarca en dos procesos electorales. Las elecciones legislativas de medio término en noviembre en Estados Unidos (y con ello el avance en el proceso electoral rumbo a las presidenciales de 2024) y el XX Congreso del Partido Comunista Chino donde Xi Jinping buscará ser ratificado para un tercer mandato.

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