Macarena del Rosario Rodríguez Farre es una mujer española privada de su libertad en la Ciudad de México. Tiene más de doce años tras las rejas por un delito que no cometió. Es una historia como cientos más que se repiten en las cárceles de nuestro país.

Mamá de tres hijos, que le fueron arrebatados por el estigma de que “no sirve como madre” por dedicarse al trabajo sexual, encontró en México un hogar desde 1998, y desde aquel año conoció la violencia de género, que se volvió parte de su vida. Se casó con un hombre violento que no solo la dejó sin patrimonio, sino le quitó el derecho a ser mamá. Quienes debieron haberla defendido, las autoridades y el sistema de justicia en nuestro país, le dieron la espalda.

En agosto de 2008 Macarena fue detenida por, supuestamente, cometer un secuestro exprés y perdió su libertad. Su caso muestra una realidad marcada por la violencia de género y el estigma de la cultura conservadora en la que vivimos. Al prestar un servicio y el cliente no querer pagar, fue acusada de haberlo secuestrado dentro de un motel. Un hombre robusto, del doble de peso de Macarena, que acababa de tener relaciones sexuales con ella, se presentó como víctima de secuestro exprés, para no pagar una deuda de mil pesos. “Le habló a su mamá al decirme que no tenía dinero, para pedirle prestado pero su mamá le contestó que ya no iba a estar pagando su adicción por putas y que se las arreglara solo”, me cuenta Macarena.

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Hoy, se encuentra en el Penal de Santa Martha Acatitla con un cuadro de salud cuyo diagnóstico no es favorable. Poliquistosis renal, con quistes de hasta 9 centímetros que recubren sus riñones, enfermedad de la cual falleció su madre y una hernia abdominal, dañando varios órganos. A este paso, sus días están contados. La falta de acceso a un sistema de salud integral desde la cárcel pone en una balanza sus prioridades: pelear por su libertad o por su salud. El dinero no es suficiente, y la Secretaría de Salud de la CDMX se niega a darle una copia de su expediente para pelear el beneficio que por ley le corresponde.

Macarena ha agotado todas las instancias de protección de derechos humanos, ha presentado quejas ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, ha interpuesto amparos y ninguna vía ha sido efectiva para garantizar su derecho a la salud y para obtener la información de su expediente médico y del tramité de su beneficio de libertad.

Técnicamente, en nuestro país, todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. O bueno, eso dicen las leyes. Para Macarena fue al revés. ¿Cuál fue su delito realmente? ¿Dedicarse a la prostitución y enfrentarse a un sistema de justicia penal machista?

La de ella es una de tantas historias que involucran a mujeres en situación de vulnerabilidad, en pobreza, discriminadas, estigmatizadas y condenadas por un delito que no cometieron. Macarena, como muchas otras mujeres, enfrenta un sistema de justicia penal cuya perspectiva de género es nula.

La violencia de género también está en los juzgados, también se retrata en casos como este que reflejan la descomposición de las instituciones que no procuran ni imparten justicia. Alzar la voz por Macarena es hacerlo también por todas aquellas mujeres víctimas de nuestro sistema de justicia patriarcal.

Presidenta y cofundadora de Reinserta