Todo, absolutamente todo lo ocurrido en Taxco estos últimos días, empezando por el secuestro y asesinato de la niña Camila, son actos que reflejan a la perfección la descomposición del tejido social desde el lado más deshumano y brutal que ha ocurrido en México en los últimos años.

El linchamiento de los supuestos agresores, y digo supuestos por mero respeto a defender lo que siempre defiendo, la importancia del debido proceso para garantizar la justicia absoluta de las víctimas en este país, es un retrato de la desesperación de las y los mexicanos por obtener justicia.

Todos vimos esas caras de rabia y desesperanza de quienes tomaron turnos para golpear a los secuestradores y asesinos de Camila; llevando hasta su muerte a la mujer implicada en el caso, Ana. Todos vimos los rostros de quienes salieron de sus casas para ver, como si fuese una escena de la edad media, cómo mataban a quienes llevaron, una vez más, terror a las calles de Taxco. Sobra decir que la violencia esta más que normalizada, pero sí creo importante recalcar la necesidad que tenían, quienes agredían y quienes observaban, de esa pequeña falsa sensación de justicia que te genera la venganza.

Creer que la venganza y la justicia son sinónimos es el pensamiento menos atinado para realmente hacer justicia y construir el orden social.

Todo lo ocurrido en Taxco debe de analizarse y seriamos muy ignorantes si no nos atrevemos a aprender de ello para no repetir.

Aprender para no repetir.

En el momento que la gente supo quiénes eran los presuntos culpables del secuestro y asesinato ocurrido con la menor de 8 años, rodearon la casa y le avisaron a la policía que tenían media hora para llegar o tomarían justicia por sus propias manos. Para el momento que la policía llegó al lugar de los hechos, la gente ya se había juntado y el enojo parecía inmanejable. Hablar de una detención conforme a protocolo en ese momento era una absoluta utopía. No solamente porque los policías estatales pocas veces cuentan con la capacitación necesaria para afrontar una situación así, sin embargo no eran suficientes para contener a la gente. La policía, ya con los sujetos detenidos, permitió que se llevara a cabo el linchamiento de los agresores, especialmente el de Ana donde todos vimos como la bajaron de la patrulla semidesnuda para matarla.

No pido compasión por los agresores de Camila con este espacio o con lo puesto en mis redes sociales estos últimos días. Pido que analicemos lo que realmente es importante. ¿Se hizo justicia para Camila?

El alcalde de Taxco Mario Figueroa Mundo, encabezó, con sus declaraciones, el machismo tan presente en este país. Minimizó el secuestro y muerte de Camila queriendo poner el enfoque en el vía crucis de hoy y acusando a la madre, sobra decir víctima indirecta, de Camila, de no haber cuidado de su hija. Si creyera en que el linchamiento soluciona un mal, el es el primero que deberíamos estar linchando.

Inaudito lo inhumano del alcalde de Taxco.

Ayer México tocó un fondo en violencia y desesperanza nunca visto. No hay acto más atroz que el secuestro y asesinato de una niña. No existe mayor mal en el mundo. No existe peor escenario que un gobierno que no quiera ver la desesperanza de la gente por el fortalecimiento de un Estado de Derecho.

¿Qué más necesita pasar para que quienes gobiernan en este país acepten y quieran atender la ausencia de justicia y es desamparo que sentimos las y los mexicanos ante la delincuencia?

Parece broma este último cuestionamiento cuando de la gobernadora Evelyn Salgado no se vieron ni sus luces.

No olvidemos que en México la barbarie se perpetúa a diario por la impunidad de siete niños y niñas que son asesinados todos los días.

Camila. Deseo que tu caso sirva para sacudir a México lo suficiente para salvar la vida de los niños y las niñas de mañana; es lo mínimo que mereces.

Presidenta de Reinserta.

@saskianino

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