Me tocó viajar a Guatemala la semana pasada. Estando en una conferencia se me acercó una mujer, me abrazo, me agradeció por lo que hago y luego, en secreto, me dijo que su sueño era venir a México para poder casarse con su novia.

Mi corazón se rompió en cachitos. Me lo contaba como si su relación fuera una cosa que tiene que decir en secreto. Que su felicidad y su amor era prohibido.

Esta semana empieza el mes donde se celebra el orgullo LGBTTTI. Para quienes pertenecemos a la comunidad es un mes muy importante; algo así como Santa Claus para niños y niñas. Es un mes que salimos a festejar, pero también marchamos porque en muchos países, como Guatemala, aún no existimos y no estamos permitidos. Nuestro amor con una persona del mismo sexo no es reconocido como una relación real.

Al escuchar los susurros de la mujer que se me acercó me metí a buscar en Google “países en Latinoamérica donde no está legislado el matrimonio igualitario”; ni corazón se rompió aún más cuando vi que mi país es de los pocos que sí reconoce amores como el mío y cómo el de esa mujer ese día.

Los únicos países en Latinoamérica donde el matrimonio igualitario es legal sin restricciones son seis: Costa Rica, Ecuador, Colombia, Argentina, Brasil y Uruguay, México no entra al cien por ciento porque su legislación varía dependiendo del estado (reporte de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex- ILGA 2020)

No puedo entender que no celebremos el amor. No puedo entender que exista gente que no quiera celebrar la felicidad. Todos y todas la sentimos y la disfrutamos ¿porque prohibirla?

Casualmente, en tres días me caso con mi mejor amiga. Me caso en este mes del orgullo con el amor de mi vida. La mujer que me enseñó lo que es la felicidad absoluta. La mujer que me recordó lo bonito que se sienten esas mariposas en la panza cuando la vas a ver y la que me enseñó que se descansa mejor cuando dormimos abrazadas de la persona que amamos. La mujer que es mi familia y mi hogar. El sábado me caso y tengo todas las emociones, pero también la tristeza de esa mujer que se me acercó ese día.

Este mes celebro el amor casándome con la mujer de mi vida. Me caso gritándolo a los cuatro vientos para justo, también, ser la voz de esas mujeres que guardan el secreto de su amor.

Deseo con todo mi corazón que algún día, pronto, muy pronto, entendamos que el amor se celebra y se grita para que se contagie. El amor nadie lo debe vivir en silencio.

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