La semana pasada hablé en este espacio de los inmigrantes, es decir, las personas que llegan a México a buscar una vida mejor que la que tienen en sus países.

Hoy me voy a referir a los emigrantes, que son las personas que se van de México a buscar en otro país una vida mejor que la que tienen acá y que mandan a sus familias dinero del que ganan con su trabajo.

Según un estudio del Consejo Nacional de Población y BBVA Research, México es el cuarto país receptor de remesas en el mundo, después de India, China y Filipinas. Y es tan importante lo que se recibe que, según el Banco de México, hay lugares de la República en los que ese dinero llega a ser entre el 7 y el 9 % de su Producto Interno Bruto.

En 2017 se recibieron 28,800 millones de dólares y un año después, la cifra había aumentado a 38 mil 655. Para marzo de este 2020, las remesas crecieron más de 35%, algo no visto en 16 años y en abril, ya en plena pandemia, apenas si bajaron menos del 3%. En mayo, solo por el día de las madres, los mexicanos enviaron de regalo entre 320 y 380 millones de dólares a sus progenitoras.

Esas cantidades son mayores que los ingresos por inversión extranjera directa y por exportaciones petroleras y aportan más recursos a la economía que la balanza automotriz, las exportaciones agrícolas y los ingresos por turismo. Según el Banco de México, en enero de 2020, lo enviado equivalió al monto total de inversiones en infraestructura proyectado por el gobierno federal para todo el año, y según un estudio de la Universidad de Harvard, ese dinero supera en mucho al que Estados Unidos destinó a la ayuda externa en América Latina y a las transferencias netas de capital privado.

¿A dónde va a parar ese dinero? Los estudios señalan que sus principales beneficiarios son las familias, sobre todo las que están en la franja inferior de ingresos. Casi 68% de lo que se manda lo reciben las mujeres, lo cual asegura que se los use para todo el conjunto familiar. Cerca de 1.6 millones de hogares dependen de este recurso, que proviene de Estados Unidos en un 95%.

En la mayoría de esos casos, esos dólares “pueden significar la diferencia entre la pobreza extrema y la miseria, pues sirven para por lo menos poner comida en la mesa" dicen los estudiosos. Pero no solo eso. Conforme las personas van recibiendo dinero de manera más continua, ya no gastan solo en alimentos y en salud sino que adquieren otros productos (celulares, electrodomésticos, televisores), mejoran sus viviendas y hasta llegan a poner pequeños negocios.

Y sin embargo, muchos mexicanos se oponen a las migraciones, como se vio en los comentarios a mi columna de la semana pasada, en los que incluso hubo quien de plano propuso que se deberían cerrar las fronteras. ¡Si eso pasara, estaríamos perdidos!

Lo que hay que tener claro es esto: que el gobierno se ostenta como nuestro salvador, pero los que verdaderamente salvan a México son los trabajadores que se van al otro lado y mandan dinero. Las remesas enviadas por quienes barren, lavan platos, recogen cosechas, arreglan jardines, construyen edificios, no solamente sacan a sus familias de la pobreza, sino que le resuelven un problema gravísimo a todo el país. Y lo hacen sin discursos ni burocracias ni corrupción ni favores ni requisitos ni condiciones ni chantajes sobre por quién hay que votar en las elecciones.

Escritora e investigadora en la UNAM. sarasef@prodigy.net.mxwww.sarasefchovich.com

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