Hace unos días, un juez de la Audiencia Nacional ordenó mantener en la cárcel a una persona que había sido comisario de policía, acusado de traficar con información privilegiada, lo que le reportó importantes ganancias económicas.

La razón para decretar que el imputado continúe en prisión provisional mientras se lleva a cabo el juicio, es, según el juzgador, el riesgo de fuga, que le parece “evidente”. La supuesta evidencia se basa en el hecho de que cuando el acusado fue detenido, tenía consigo dos documentos de identificación diferentes.

Ese mismo día, otro juez decretó la libertad de dos hermanos encarcelados por vender droga, a quienes se les considera los reyes del hachís. Ellos podrán disfrutar de su libertad, a pesar de las pruebas en su contra y del enojo de la Fiscalía por la decisión del juzgador.

En ninguno de estos casos estoy hablando de México, sino de España. Pero como se puede ver, los casos de Rosario Robles que debe permanecer en la cárcel y de los liberados en Tepito en la Ciudad de México se parecen mucho a los mencionados.

Pero las diferencias son significativas: en el país europeo son dos jueces que nada tienen que ver entre sí, uno está en Madrid y otro en Cádiz, mientras que en México es el mismo juez para los dos casos, y, lo que es peor, con posible conflicto de interés en ambos.

Y es que se trata del sobrino de personas que desde hace muchos años están en importantes posiciones políticas y hoy tienen poder en el gobierno de la 4T, las cuales hace varios años pelearon con Rosario Robles y recibieron apoyo político de grupos en zonas que incluyen a Tepito.

Eso da pie a la sospecha de si podría tratarse de una venganza en el caso Robles y de una ayuda en el caso Tepito. Más cuando la reacción de la familia del juez fue, en el caso de Robles, ocultar el parentesco y después, una vez descubierto, afirmar que “la justicia llega tarde pero llega” y que esperan se aplique un castigo ejemplar, y también porque el juez regañó y silenció a la acusada y a sus abogados durante la audiencia. Y en el caso de Tepito, la reacción del dicho juez fue ignorar las pruebas más que contundentes y decirle de todo a la policía capitalina por su manera de llevar a cabo el operativo, algo que además de innecesario, es imperdonable ya que el juzgador, se supone, debe mantenerse imparcial y no involucrarse.

Como ciudadana, no puedo opinar sobre la culpabilidad o inocencia de esas personas, pero tampoco puedo evitar preguntarme por qué habiendo tantos jueces, se eligió o designó (no conozco el procedimiento) precisamente uno cuya objetividad está en duda.

El presidente López Obrador ha dicho que la justicia es más importante que la ley. No sé si esto aplica para el juez encargado de estos casos. Lo que sí sé es que la Suprema Corte de Justicia de la Nación afirma que lo más importante es la ley. El presidente se enoja por eso y acusa a los ministros de maiceados, pero una ministra es ahora secretaria de gobernación.

En este ir y venir estamos. Y lo único que hasta ahora es verdad es que los ciudadanos no sabemos la verdad. Pero sí sabemos reconocer cuando algo huele raro. Y vaya que hay cosas que huelen raro en estos casos arriba mencionados.

Yo no sé si en España el poder judicial es de veras independiente o no, más allá de lo que diga el papel, como es también el caso en México. Lo que sí sé, es que los humanos no lo somos. Por eso no podemos ser objetivos ni aunque quisiéramos.

Y eso debería quedarle claro a quienes dirigen y organizan los sistemas de impartición de justicia. Ellos deberían velar para que en la aplicación de la ley no haya lugar para las sospechas, o como decía mi abuelita, para que no se hagan cosas buenas que parezcan malas, ni al revés, cosas malas que se quieran disfrazar de buenas.


Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx

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