La semana pasada escribí que como universitaria, aplaudo los esfuerzos del Rector de la UNAM por atender el tema del género, pero que como feminista encuentro que no van por el camino correcto. Y expliqué por qué lo pienso así.

Hoy continúo con eso, pero al revés. En esta ocasión digo que como feminista, aplaudo los esfuerzos de los colectivos de mujeres por exigir que se atienda el tema de género, pero que como universitaria pienso que lo que piden es imposible.

Y explico por qué: primero, porque están confundiendo lo que le corresponde hacer y lo que puede hacer la institución, con lo que le corresponde y debe hacer el gobierno y con lo que le corresponde y debe hacer la sociedad en su conjunto. Y segundo, porque al no tener claridad sobre esta diferenciación, no han articulado sus demandas de manera tal que estén dentro de las capacidades y posibilidades de la universidad.

Es perfectamente comprensible que estén hartas de que la institución sea lenta y superficial en sus respuestas (de hecho, consideran que la respuesta ha sido tan mala que la califican como el segundo agravio despues de la violencia misma), hartas de los legalismos jurídicos que no permiten que se tomen medidas efectivas ya, que a los agresores se les castigue ya y que a ellas se las cuide y proteja ya. Pero no se dan cuenta (o si se dan no parece importarles) que le están exigiendo a la universidad algo que por su misma esencia no puede hacer. La Universidad no puede dejar de tener respuestas institucionales y esas consisten en crear oficinas, impartir cursos y cumplir con las leyes, lo que significa seguir la investigación de acusaciones con el debido protocolo y cuando se comprueban los agravios, imponer castigos con el debido proceso. Hacerlo de otro modo sería destruirse a sí misma, ir en contra de todo lo que ella es y representa. Y tampoco se dan cuenta (o si se dan no parece importarles) que la Universidad no puede echarse encima compromisos fuera de su ámbito y su mandato, algo que también le están exigiendo.

Las mujeres de los colectivos tienen razón en que ya no quieren acuerdos de cúpula ni discursos y promesas. Tienen razón en que no las convencen con sentar a más mujeres en los presidiums y comités, ni con que les digan que son lo más importante, sino que quieren acciones concretas, cambios jurídicos y politicas públicas que verdaderamente apunten a cambiar, como dice Marcela Lagarde, “el estilo de hacer las cosas, las estructuras, el sistema, que son patriarcales”. Tienen razón en que quieren que las tomen en cuenta y escuchen sus propuestas, en lugar de esperar que ellas acepten las de ellos. El suyo es un activismo distinto al que estamos acostumbrados a ver, uno que no pide respuestas puntuales a pliegos petitorios. Y esto las autoridades tienen que entenderlo y atenderlo.

Pero insisto, la Universidad no puede cambiar su estructura y forma de funcionar del modo como ellas exigen, no puede hacer lo que le corresponde al gobierno y menos aún puede cambiar a la sociedad patriarcal y machista. Pero debe, de eso no me cabe duda y en eso también tienen razón las colectivas, hacer todo para conseguirlo en la medida en que precisamente por lo que ella es y representa, tiene que ser la vanguardia y el ejemplo.

Esta paradoja es la que ha dado lugar a la situación en la que estamos. A ellas no parece importarles que la universidad no pueda cumplir con muchas de sus funciones ni que se pierdan semestres, algo lamentable sin duda, pues lo que les importa es conseguir los cambios que buscan, algo que la UNAM no puede hacer de la manera y a la velocidad que ellas quieren.

¿Y entonces? En eso estamos atorados. Según Daniela Cerva, la protesta y la movilizacion van a seguir. Según yo, la Coordinación de Género recién creada es un esfuerzo por parte de la institución para dar las respuestas adecuadas y a la vez factibles de llevarse a cabo.



Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com

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