Cuando hace dos semanas miles de mujeres salieron a la calle para exigirle al gobierno tomar medidas para atender la violencia de género, y cuando un día después decidieron no salir a la calle para demostrarle a la sociedad su importancia en términos laborales y económicos, hubo muchos y muchas que las acusaron de estar manejadas por la derecha y los conservadores. Incluso una secretaria de estado llamó fakeministas a las convocantes a la marcha y regañó a las mujeres que decidieron entrarle al paro diciéndoles que si se quedaban en casa tendrían que lavar platos y limpiar, así que por eso era mejor que fueran a sus empleos y quehaceres.

Pero como dice el dicho, el pez por la boca muere.

Unos días después, esa misma funcionaria tuvo que sumarse a una conferencia de prensa y a un desplegado en los cuales las mujeres de la 4T se declaraban feministas y apoyaban las acciones antes dichas.

Pero hoy, otra vez ya no las apoyan. Porque frente a la realidad del coronavirus, el gobierno nos pide a todos quedarnos en casa. En efecto: el mismo gobierno que nos acusó hace dos semanas por no salir un día, hoy nos pide quedarnos encerrados por lo menos por 30 días. Vaya paradoja.

Pero es que ahora resulta que hace falta que alguien se haga cargo de los niños y adolescentes dado que cerraron las escuelas, y no se los pueden encargar a los abuelos porque son el grupo que corre más riesgo con esa enfermedad. ¿Entonces? Pues que siempre sí las mujeres se deben quedar en casa.

Aquel lunes del paro, muchas mujeres no pudieron sumarse a él: trabajadoras domésticas y del comercio informal, empleadas de panaderías, tiendas, estéticas, farmacias, tortillerías, mercados, policías, médicas, enfermeras. “Yo no tengo quien me mantenga”, dijo una vendedora de periódicos; “Yo soy madre, mis hijos dependen de mi ingreso”, dijo una trabajadora de limpieza; “La situación económica de mi familia no está para perder un día de trabajo”, dijo una vendedora que cobra por comisión. Y tenían razón. Por eso nosotras, las que sí pudimos parar, las representamos y las incluimos en nuestra lucha, mientras el gobierno nos echaba en cara que eran solo las conservadoras y fifís quienes podían quedarse en casa.

Pero he aquí que ahora se les pide a todas, las pobres incluidas, que no salgan. Y nadie se cuestiona si de verdad podrán hacerlo. ¿Podrán encerrarse y dejar de trabajar? ¿Y vivir de qué? ¿Y si no lo hacen, les dirán también que hay alguien malvado atrás de ellas manejándolas para que no se queden? Claro que no. No se los dirán porque el gobierno las necesita y por eso han desaparecido de su discurso las manos negras de la derecha que supuestamente nos movieron a las mujeres de la marcha y del paro hace quince días.

Lo mismo sucede en la UNAM. Durante varios meses se culpó a las mujeres por tomar facultades y escuelas e impedir las clases y actividades académicas. Se les dijo que estaba muy bien su lucha contra el acoso y la violencia, pero que no la debían hacer de ese modo. Hoy sin embargo, cuando la institución tiene que cerrar por el virus, se ha decidido que las clases serán virtuales para evitar el contagio. Y a ellas ni las mencionan.

De todo esto solo se puede concluir que las mujeres siempre salimos perdiendo. Quisimos mostrarle al mundo que no podía sin nosotras y ahora se está viendo que así es, porque el mundo no podrá sobrevivir a esta pandemia si nosotras no nos encargamos de la familia. Una vez más, es evidente el gran poder de las mujeres y lo mucho que la sociedad nos necesita. Pero no era así como lo pensaron las feministas.

Cuando por fin las mujeres se levantaron contra el acoso, la violencia y la impunidad y salieron a las calles y se hicieron presentes en las universidades, ahora el virus lo ha echado para atrás. Pero no se hagan ilusiones, pues volveremos. Y con más fuerza.

Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx

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