En días pasados, la secretaria de Gobernación, Olga Sanchez Cordero, flanqueada por Nadine Gasman, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, y por Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, hizo la siguiente declaración: “A las mujeres de los diversos feminismos las escuchamos y seguiremos escuchándolas, reconocemos nuestra responsabilidad como Estado de hacer frente a la violencia. Las puertas de este gobierno están abiertas para el diálogo, para todas, para aprender de ustedes, para escuchar sus demandas, y para también escuchar sus propuestas. Todas las manifestaciones e ideologías tendrán la apertura y atención del gobierno”

Y no solo fijó esta importante postura y se llamó a sí misma feminista, sino que también anunció una serie de medidas concretas para “hacer realidad el compromiso contra las violencias con los gobiernos de los estados y a través de la Conago y con las fiscalías y los poderes judiciales, tanto a nivel federal como a nivel estatal”.

Por lo que se refiere al paro convocado para el próximo día 9 de marzo, fue enfática en anunciar que se darán todas las facilidades para quienes quieran asistir y que no habrá ninguna sanción.

No se podía pedir una mejor respuesta al gobierno. Y sin embargo, el mismo día, la secretaria de la función pública, Irma Eréndira Sandoval, en su cuenta de twitter, llamó fakeministas a quienes convocaron al paro y dijo que lo que deberían hacer las mujeres es apoyar al presidente López Obrador, quien según ella “es el más feminista de la historia”. Y como si el paro fuera contra AMLO y no contra la violencia, acusó de que se pretende dar un golpe blando contra el Presidente, promovido por los peores intereses.

¿Estamos hablando del mismo gobierno? Porque se trata de dos funcionarias de la 4T, una de las cuales entiende la urgencia de la lucha contra la violencia, en este caso la que se dirige hacia las mujeres, y por lo tanto, se compromete a echar a andar acciones para combatirla, y otra a quien le parece que lo más importante es apoyar al Presidente, quien según ella “está dando resultados, lo cual le duele a la derecha” y que se burla de las feministas. Dos funcionarias del mismo gobierno, una que ofrece acompañar y apoyar a las mujeres en su lucha, a la considera una prioridad, y otra para quien lo importante es el Presidente y todo lo demás pasa a segundo plano.

Y esta no es la única discordancia. En una mañanera reciente, López Obrador afirmó que las feministas “están siendo manipuladas por grupos de la derecha que buscan poner a la población en contra de este gobierno”. Casi al mismo tiempo, su secretaria de Trabajo, Luisa María Alcalde, entrevistada respecto a un asunto sindical, respondió: “En estos tiempos ya nadie es susceptible de manipulación. Ya esto cambió”.

¿Cómo serán las reuniones de gabinete cuando hay diferencias tan profundas en los modos de pensar y de entender la relación del gobierno con la sociedad? ¿Sucede así en todos los asuntos que se manejan? ¿A quién escucha el Presidente?

Da pánico imaginarlo.Y más pánico ver las consecuencias, que han ido desde que la esposa del Presidente dijera que sí apoyaba el paro, pero unas horas después que siempre no, hasta que los amloístas agredan a las feministas en sus caricaturas y redes, llamándolas fakeministas y feminazis.

El Presidente no tiene la culpa de la violencia contra las mujeres, es una historia larga y compleja que la provoca, pero su gobierno sí tiene la responsabilidad ineludible de atender el problema. Y esto lo entienden bien algunos de sus colaboradores y están empeñándose en ello. Pero otros no. Son estos últimos los que han convertido, quién sabe por qué, la lucha de las mujeres para terminar con la violencia de género, en una lucha contra el presidente López Obrador y su gobierno, algo sin pies ni cabeza, pero que está generando una peligrosa violencia.



Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx

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