Acaba de publicarse un documento con los resultados del Seminario “Reflexiones sobre la respuesta de México ante la pandemia de Covid-19 y sugerencias para enfrentar los próximos retos”, que se llevó a cabo del 23 al 27 del pasado mes de noviembre, convocado por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), en el que participaron 38 especialistas del más alto nivel, tanto de universidades como de gobiernos e instituciones de México y del extranjero.

Lo primero que reconocen, que algunos lo hemos dicho aunque lo nieguen exsecretarios de salud, es que México llegó a la pandemia con serios rezagos en su sistema de salud: insuficiente infraestructura y recursos humanos calificados, poca coordinación entre niveles de atención, deficiencias en los procesos de atención, falta de personal y de equipamiento, y el existente no actualizado o sin mantenimiento, escasez de insumos y de medicamentos entre otras cosas. De los sistemas de salud de los 36 países pertenecientes a la OCDE en 2018, México se encontraba en los últimos lugares en varios de los indicadores clave y en el decil más bajo en la mayoría de los indicadores de desempeño.

Reconocen también, que además de los factores biológicos, existen aspectos estructurales como la pobreza, la informalidad, el desempleo o los empleos formales precarios, en que se encuentra la mitad de la población mexicana, que por lo tanto, no tiene posibilidad de cumplir con medidas como el confinamiento o el distanciamiento social y la higiene. Basta con ver los traslados que se realizan en transporte público “siendo éste un espacio delimitado de interacción social importante que puede facilitar los contagios, sobre todo porque son viajes largos, pues quienes así se desplazan lo hacen desde la periferia hacia el centro de la ciudad”.

Y reconocen por fin la intensidad del esfuerzo que ha representado para las autoridades atender la pandemia en estas circunstancias, que ha ido desde la reconversión hospitalaria y el aumento en la capacidad de atención del sistema de salud hasta la contratación de personal capacitado y la adquisición de insumos, equipos y medicamentos. Para mayo de 2020 se habían contratado más de 44 mil profesionales de la salud y para julio se habían adquirido más de 60 millones de unidades de insumos en salud, de las cuales 86% correspondieron a equipos de protección personal.

Los tres factores señalados, los llevan a la conclusión de que la única manera de controlar la epidemia de SARS-CoV-2 en nuestro país es a través de las vacunas.

El problema sin embargo, es que no tenemos vacunas.

¿Por qué?

Porque no nos las venden.

¿Por qué?

Porque la producción no alcanza y la que hay la han comprado los países ricos.

¿Por qué entonces nos dijeron otra cosa nuestras autoridades?

He allí la cuestión. Nos dijeron mentiras para que no desesperáramos. Nos hicieron promesas para que no nos enojáramos. Se retrataron con las cajas y junto a los aviones, hicieron discursos, dijeron misión cumplida, presentaron planes y logísticas que muchos creímos y hasta aplaudimos. Y echaron números impresionantes (aunque cada día fueron menores): que llegarían 24, que 12, que 10, que 6 millones de dosis. Y nos dieron atole con el dedo: que inscríbase en esta página, que espere una llamada de los Servidores de la Nación, que ya pronto, que ya mero.

Pero, la única verdad, es que no hay vacunas.

Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com